Educacion y un ejemplo tanto del personaje como del que ayuda

4 de Febrero de 2008

 


 

El 7 de abril de 2000, Daniela González fue tapa de La Nación con el título: "Tiene 15 años y ya está en la universidad". La nota contaba que esa chica cursaba el segundo año de la licenciatura en Ciencias Químicas en la Universidad de Morón.

Al día siguiente, volvió a salir en la primera plana, con el título "La alumna que vive un cuento de hadas". Ocurrió que Amalia Lacroze de Fortabat, una figura saliente del mundo empresario, leyó la nota de La Nación y decidió regalarle una casa a la familia de Daniela, más cerca de su facultad y, además, becarla en sus estudios.

El 10 de agosto del mismo año, los González entraron en su nueva casa y, al día siguiente, La Nación tituló "Un sueño hecho realidad", a esta historia que había comenzado con una nota publicada en sus páginas.

Y el 28 de diciembre de 2003, dio cuenta de la graduación de Daniela: "A los 19, terminó la facultad".

 


 

 

 


Puesta al día

¿Qué fue de la vida de esta chica que antes de cumplir tres años comenzó a escribir -la primera palabra que escribió, sin que nadie se lo enseñara, fue Alf, el personaje de la serie que veía por televisión-?

Una chica que siempre estuvo por delante del nivel intelectual correspondiente a su edad, pero que debió esforzarse mucho ante las dificultades económicas y la falta de comprensión de autoridades que no advertían que se aburría cuando se enseñaban cosas que ya sabía.

Ahora, Daniela, licenciada en Química, tiene 23 años y cursa el 5° año de Medicina en la Universidad de Morón. También cursó materias de Farmacia y del doctorado en Química. Pero confiesa: "Medicina insume mucho más tiempo del que imaginaba en un principio".

Y ella no se dedica sólo a estudiar; desde los 16 años empezó a trabajar, al principio, en un laboratorio.

"Trabajar, tengo que trabajar -dice en una conversación con La Nación, en la casa que Fortabat les regaló a los González en Castelar-, y Medicina tengo que terminar, así que tiempo para hacer otra cosa mucho no me queda."
 


Una larga jornada

Antes de las 7 de la mañana sale de su casa. Todos los días hábiles, de 8 a 12, tiene clases prácticas en hospitales: el Héroes de Malvinas, en Merlo; el Paroissier, en San Justo; el Bocalandro, en San Martín; el Instituto de Agudos Güemes, en Haedo. Por la tarde, tiene clases en el hospital o en el aula, hasta las 18.

En la universidad trabaja dando clases y en un laboratorio de investigación del Instituto de Ciencias de la Salud. ¿De qué da clases? En la Facultad de Ciencias Exactas es jefa de trabajos prácticos en Química General I y en Anatomía y Embriología, en la licenciatura en Genética; en la Facultad de Medicina, hace lo propio en Anatomía en la carrera de Nutrición y en Anatomía estructural y funcional en la carrera de Kinesiología.

¿A qué hora llega a su casa, donde vive con sus padres y su hermana, Gabriela, de 20, que cursa tercer año de contadora? Hacia las 23, y tiene que estudiar... y descansar.
 


¿Y el placer?

Sale a bailar, aunque sólo de vez en cuando, y va al cine con amigas. No tiene novio. Deportes, casi nada, en una época se inició en el buceo, pero quedaba lejos y no tenía tiempo. Alguna vez, sale a andar en bicicleta.

Ahora en el receso de clases, una compañera brasileña la invitó quince días a la casa de su familia en Planalto, en el estado de Paraná, en Brasil.

"Llegó casi hablando portugués", dice Adriana, la mamá, que siguió abogacía hasta tercer año, pero que dejó sus estudios para trabajar y después, por dedicarse a sus hijas. Aunque nunca estudió en forma particular, Daniela sacó la segunda nota en Inglés II. "Tengo facilidad para los idiomas; inglés leo bien, pero no me suelto para hablar", comenta.

Entre tantos estudios y los trabajos que necesita hacer para pagarse los libros, que son caros, y otros gastos, ¿qué le gusta más a Daniela: química o medicina? ¿Y qué le gustaría hacer?

Encuentra más atractiva la medicina, porque toma contacto con personas y dice: "Una se siente involucrada en un proceso de curación". Quiere ser cirujana. Esta chica, cuyos compañeros en su mayoría no trabajan, cuando puede, también va a una guardia de cirugía.

Por Jorge Rouillon, de la Redacción de La Nación