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Boletín N° 25 |
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03/07/2008 |
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Participación ciudadana, más allá de los votos
El voto y las elecciones son esenciales para poner en marcha el
funcionamiento del sistema democrático. Sin embargo, no son
suficientes. La desconfianza ciudadana en las instituciones
democráticas en América latina se vio alimentada a lo largo de estas
décadas por dos motivos: por un lado, la distancia entre los
procedimientos y la sustancia -el debate acerca de la democracia
formal y la real-, y por otro, la incapacidad de estas mismas
instituciones representativas para canalizar efectivamente la demanda
social a través de la puesta en marcha de nuevos mecanismos y
dispositivos de participación.
En 1994, los convencionales constituyentes incorporaron a la
Constitución Nacional mecanismos tales como la iniciativa popular, la
consulta popular y la acción de amparo como formas de canalizar la
demanda social en el período de gobierno no electoral. Los entes
reguladores de servicios públicos prevén en sus reglamentos la
realización de reuniones abiertas en las que pueden participar
usuarios y también audiencias públicas para la discusión de las
tarifas, las cámaras del Congreso incorporaron en sus reglamentos
internos a las audiencias públicas como mecanismo de consulta a la
ciudadanía y la Corte Suprema de Justicia reglamentó e implementó
recientemente este mecanismo.
En 2003, el ex Presidente Néstor Kirchner reguló más herramientas de
participación a través del decreto 1172. Así, el Poder Ejecutivo
cuenta con un reglamento de audiencias públicas y otro para la
elaboración participada de normas. En los fundamentos de ese decreto,
el ex Presidente Kirchner sostuvo que “constituye un objetivo de esta
administración fortalecer la relación entre el Estado y la Sociedad
Civil, en el convencimiento de que esta alianza estratégica es
imprescindible para concretar las reformas institucionales necesarias
para desarrollar una democracia legítima, transparente y eficiente”.
Además entendió que “para lograr el saneamiento de las Instituciones
debe darse un lugar primordial a los mecanismos que incrementan la
transparencia de los actos de gobierno, a los que permiten un
igualitario acceso a la información y a los que amplían la
participación de la sociedad en los procesos decisorios de la
administración”.
Ningún demócrata puede cuestionar un resultado electoral. Sin embargo,
nadie puede ignorar que las democracias representativas, inclusive la
nuestra, abrieron instancias intermedias para la canalización de la
demanda social y el debate de las políticas de Estado. La Argentina
también lo hizo como forma de garantizar un derecho humano esencial
como el de peticionar a las autoridades.
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