07 de Julio de 2009
La “echada” del Indec
"Cristina avaló la manipulación de
las estadísticas del Indec"
La ex directora del
Indice de Precios al Consumidor del Indec, despedida por
resistirse a la distorsión de los datos, cuenta la trama
secreta de la intervención, cómo eran los aprietes de Moreno y
por qué está segura de que, detrás del secretario de Comercio
Interior, estaba la decisión de los Kirchner
Una de las claves
para desentrañar el fastidio ciudadano que desembocó en la
derrota del kirchnerismo tiene que ver con la manipulación de
las estadísticas públicas. Y sin duda el rol protagónico de la
intervención oficial fue ocupado por
Guillermo
Moreno,
tanto que su nombre quedó profundamente asociado al cachetazo
electoral del domingo pasado.
El secretario de Comercio Interior
parece ser la personificación gubernamental del intento de
violar el secreto estadístico, el falseo de los índices y el
apriete a los trabajadores que defendían una mayor
transparencia. Pero sería ingenuo apuntar sólo hacia el
polémico funcionario: hay suficientes motivos para ver detrás
del manotazo de Moreno la firma del
ex presidente Néstor Kirchner
y de su esposa, Cristina
Fernández.
Así lo entiende Graciela
Bevacqua, la ex directora del Indice de Precios al Consumidor
(IPC) del Indec,
que padeció en carne propia el rigor de la lógica kirchnerista.
"Tenía una buena imagen de él [por
Kirchner] cuando asumió, pero todo cambió cuando comencé a
sentir las presiones y, después, cuando manipuló el índice.
Apoyaba su política de Derechos Humanos, pero la persecución
de trabajadores en el organismo y el dibujo de los números
sólo demuestran contradicción. No importa lo que haya pasado
en las elecciones, estoy segura de que nada cambiará en el
Indec hasta que no se vaya la intervención actual."
Tiene motivos de sobra para
creerlo. Esta profesora de matemática, que trabaja elaborando
indicadores desde hace más de 25 años (16 en el Indec), es
miembro del Instituto Interamericano de Estadística (IASI) y
una de las pocas profesionales capaces de producir un índice
de precios en el país, debió soportar la persecución oficial
antes y después de ser desplazada de su cargo en el Indec. Dos
años después de la intervención, aceptó dialogar con LA NACION
en su primera entrevista a fondo para un medio gráfico. Esta
es su verdad.
"Kirchner quiere tu cabeza", gritó
haciendo un esfuerzo por contenerse, una desencajada Clyde
Trabuchi. Las pesadas palabras de su jefa sacudieron a
Graciela Bevacqua. Era el lunes 29 de enero de 2007 y recién
había entrado en su oficina de la dirección de precios del
Indec tras un fin de semana plagado de angustia y nerviosismo:
los datos provisorios ubicaban el índice de inflación en un
2,1%, una variación muy por encima de lo tolerado por el
Gobierno.
Horas después,
el
director del instituto estadístico por ese entonces, Lelio
Mármora, le recomendaba que
se tomara vacaciones. Su defensa frente a
Felisa Miceli y Alberto Fernández
había
sido efectiva pero la decisión venía de más arriba. Frente a
todos los directores del organismo, Bevacqua firmó su obligada
licencia y cruzó la calle para tomarse un café.
"Acaba de decir
Mármora que estás desplazada del cargo."
Trabuchi, la entonces
directora nacional de Estadística de Condiciones de Vida,
volvía a ser la mensajera. Ya cerca de las 20, le comunicaba a
Bevacqua que su inflexibilidad le había costado el puesto:
quedaba fuera del cálculo del IPC. La profesora de matemática
se quedó helada. Su vida se paralizó, desde ese momento,
atrapada en lo peor de la política.
Pero ése no es el principio de la
historia. Las presiones comenzaron a ensombrecer las
estadísticas nacionales en la tarde del lunes 29 de mayo de
2006, cuando Guillermo Moreno recibió por primera vez a
Bevacqua en la secretaría de Comercio Interior.
Con una sonrisa de
oreja a oreja, Moreno abrió la puerta. Las dos pequeñas y
nerviosas mujeres, Bevacqua y Trabuchi, entraron en su amplia
oficina y se sentaron alrededor de una mesa baja y larga.
El funcionario puso música clásica, hizo una breve
introducción en la que criticó las estadísticas brasileñas y
destacó las que producía el Indec. Después sacó a relucir
alguna de sus observaciones sobre la metodología. Bevacqua
comenzó a explicar cómo variaban los precios de la ropa y
llegó el primer exabrupto: "¿No te das cuenta de que estás
haciendo mamarrachos?", gritó Moreno.
Se levantó nervioso y comenzó a
caminar de un lado a otro. Abría y cerraba varias carpetas
sobre su escritorio. Señaló una pila de zapatos, camisas, ropa
que tenía en una esquina de su oficina, y dijo: "Yo quiero
saber si esto está o no en el IPC. Esos pelotudos como Mármora
o Krieger [entonces subdirector del Indec] no saben contestar
una pregunta bien".
Tras dos horas de
tensión, en las que las dos mujeres le ofrecieron hacer
diferentes ejercicios sobre precios en los que no se violara
el secreto estadístico o el resguardo del índice, Moreno
confesó su objetivo. "Afirmó que era por los bonos [varios
dependen de la evolución del índice de inflación] y dijo que
quería "ceros" en todas las variedades del IPC", relata
Bevacqua a LA NACION.
El Estudio Bein & Asociados estima que el
ahorro que logró el Gobierno hasta mayo de 2009 por la
manipulación de datos asciende a US$ 15.660 millones.
"Nosotros, la patria, tenemos que
pagar los bonos", explicó el funcionario después de llamar
"antipatria" a las mujeres que le negaban el acceso a los más
íntimos datos del índice de inflación. "Voy a hacer como en la
vieja época peronista", agregó enojado y a los gritos. "Voy a
esperar a cada encuestador del IPC, lo voy a llevar a tomar un
café y le voy a tachar lo que no corresponda", amenazó.
A las 21, Moreno las
acompañó a la salida. Antes de despedirse, Trabuchi recordó
sus años de práctica de yoga y le recomendó al funcionario
tener paciencia. "Nosotros hacemos el mejor índice posible y
trabajamos seriamente", intentó tranquilizarlo. La reacción
del secretario la dejó sin palabras.
"Videla
también", le dijo antes de desaparecer.
-¿Cómo comienza la presión del
Gobierno para cambiar los índices?
-Todo empieza en la primera reunión con Guillermo Moreno, el
29 de mayo de 2006. Un lunes. Pero antes, a la semana de que
asume Felisa Miceli [como ministra de Economía], en noviembre
de 2005, ya pide una reunión a Mármora para que vaya a
explicarle el IPC. Eso me sonó raro. Hasta lo que sabía por mi
cargo, yo era la cuarta de la línea, lo habitual no era que
fuera a hablar con la ministra. Más existiendo el cargo de
Clyde. Lo cierto es que nos llaman a los tres. Al final, fui
con Mármora. Preguntó cosas del IPC. Nada extraño. De estas
reuniones tuve más de una antes de que apareciera Moreno. Todo
fluía: había buen trato.
Lo que se dice en los pasillos, es
que [el ex ministro de Economía, Roberto] Lavagna le había
puesto frenos a Moreno.
Yo supongo que Miceli le dio vía libre. No sé si quería entrar
al Indec y manipular el índice. Pero tenía un objetivo claro:
necesitaba bajarlo.
-¿Cuándo se da cuenta de que es
Moreno quien busca saber más del IPC?
-Antes de mi
encuentro con Moreno, mandó a dos personas que respondían a
él, pero que no se identificaron. Pedían la metodología del
índice. Los recibí en la dirección y me reclamaron los
formularios, que son secretos. No por el secreto estadístico,
pero sí por un resguardo de la información. Si se revelan se
abre la posibilidad a una manipulación, por lo menos en la
cuestión visual hacia el afuera. Esta información se les
niega, pero van a [la oficina de] difusión y buscan lo mismo.
Hay muchas preguntas acerca de cómo se relevan diferentes
rubros.
Todos se negaban y por eso
empezaron a llamar por canales informales a diferentes
personas, gente conocida, y a preguntar: "¿Cómo se relevan los
autos?" o "¿cómo toman los precios de las heladeras?". El IPC
estaba totalmente resguardado. No importaba si venía Cristo a
preguntar. Cuando le dijimos que no a los negocios [el listado
de precios que releva el Indec], le hicimos una muestra para
que pudiera trabajar. Tenía diferentes rubros que no tocaban
el IPC. En ese
entonces, quería estudiar los costos, la cadena
comercialización, de diferentes sectores. Durante 2006, los
distintos interlocutores se pelearon con Moreno. Primero
Mármora y después Krieger. Un día
Clyde [Trabuchi] levanta el teléfono y era Moreno. Adulándola,
le pide una entrevista con ella y conmigo, porque quiere saber
sólo sobre la metodología. Yo no quería enfrentarme con
Moreno, por lo que decían los diarios. Pero fui, ese fue mi
primer encuentro con él.
-¿Qué ocurre después de esa
primera reunión con Moreno?
-Después de ese encuentro, se intensifican los pedidos. Quería
indumentaria, electrodomésticos, algo diferente cada día. Y
cada día hacíamos algo como para evitar darle datos del IPC.
Un tiempo después, nos llamó Mármora y nos dijo que teníamos
otra reunión con Felisa y Moreno. Yo le dije que no iba, menos
si aún no tenía el cargo. Pero Mármora me prometió que iba a
salir y accedí. Delante de Miceli Moreno tenía otro perfil. En
ese entonces, estaba obsesionado con el tema del pan. Quería
que costara 2,50 pesos. Luego lo sufrí por teléfono, no
directamente sino a través de intermediarios.
Cada vez que le
entregábamos una estimación semanal, le molestaba algo, el
durazno o cualquier cosa que subiera. Iba cambiando de
interlocutor, primero [el entonces secretario de Política
Económica, Oscar] Tangelson, después un asesor de Miceli y
después Miceli misma. Era saturador. Todos me decían que
Moreno era estratégico e inteligente. Para mí, siempre tuvo el
objetivo claro, pero es bruto, torpe e ignorante.
Bevacqua frena el diálogo con LA
NACION y hace un paréntesis. Cuenta que, en medio de las
reuniones y las presiones de Moreno, Mármora buscó un
respaldo, un papel firmado como herramienta para negarle
formalmente el acceso a Moreno al IPC.
Mientras tanto,
seguían las llamadas, ya diarias y dirigidas directamente a
Trabuchi, del secretario de Comercio Interior.
"Escuchaba los gritos, salía de ahí e iba al baño y me
descomponía. Se me revolvía el estómago", cuenta Bevacqua
y recuerda que, en esos tiempos, Moreno pedía que "truncaran
el redondeo".
"Me quería ir, pero
lo que me engolosinó es que después de cinco años me habían
dado el cargo y me pagaban el sueldo completo", se justifica
esta madre de tres hijos.
Completa el cuadro con más estrategias propuestas por el
secretario para bajar el índice: quería desestacionalizar el
IPC y auditarlo con una comisión mixta del organismo y
funcionarios de Economía. Así ingresó Beatriz Paglieri al
Indec.
-¿Cómo fueron sus últimos días al
frente del IPC, a fines de 2006?
-A
fines de diciembre calculé el arrastre del IPC y le dije a
Clyde que no podía irme de vacaciones porque me daba sumamente
positivo. El problema más grande era en alimentos, porque las
alzas en turismo y en las prepagas se esperaban. El 22 de
enero a la tarde me mandó a buscar Clyde y me dijo que la
había llamado Mármora. Le había dicho que venía una persona de
Felisa para revisar la estimación. Era Paglieri. En la primera
reunión fijó los temas de debate: "Turismo, prepagas, servicio
doméstico y lechuga", dijo.
En esos días, tuve una reunión
general con todos los directores nacionales, Paglieri, el
director y subdirector del Indec. Llegó el dato provisorio de
inflación y volvió a dar 2,1%. Empezaron los gritos y me fui
de la reunión. Sé que no entregaron el número que yo había
dado, pero ya no estaba ahí. Yo había entregado el verdadero,
pero ellos no. Eran las 20. Me di cuenta de que no había
retorno.
El domingo a la noche, cené con mis
tres hijos y les dije que iba a ganar menos pero que no
aguantaba más, que era mucha presión y que no iba a dibujar.
"Mamá, te apoyamos", me respondieron. Me fui a dormir. Lloré
mucho. El lunes siguiente me desplazaron. Me tendría que haber
ido antes, pero el IPC era mi hijo, mi criatura, la gente que
quería, el Indec que quería.
-Miceli justificó su salida
diciendo que se necesitaba una economista y no una profesora
de matemáticas a cargo del IPC, ¿qué opinión le mereció esto?
-Nunca más leí el diario, me hacía
mal. Recién ahora lo estoy superando. Yo quería jubilarme en
el Indec. Nunca estuve en contra del gobierno de Kirchner;
creo que teniendo un buen IPC estás a favor del gobierno de
quien sea. Es brindar las herramientas para la toma de
decisiones.
-¿Cómo siguió su vida cuando
volvió de sus vacaciones obligadas?
-Llegué en los
primeros días de marzo. Fui a declarar con
[el ex fiscal de la
FIA, Manuel] Garrido. Fui la
segunda, después de Clyde. Al volver al Indec, tuve que ir a
un área no contaminada, a la de Economía dentro del Indec. En
definitiva no elegí yo, eligió Krieger, ya director en ese
entonces. Me fui a Sector Externo a trabajar en Comercio
Exterior. Pero no estaba para hacer nada, no podía
concentrarme. Allí me recomendaron que fuera al servicio
médico de Economía. En marzo, Garrido sacó el dictamen y el
tema pasó al [entonces fiscal
Carlos] Stornelli,
que me citó. Salí en el diario y me agarró un
ataque. Al día siguiente echaron a mi nuevo jefe. El discurso
generalizado era que Moreno había entrado al Indec porque yo
había sido inflexible. Yo era como el enemigo. Ahí empezó mi
licencia médica. Comenzó siendo de una semana y terminó el 20
de noviembre de 2007 [su segunda licencia fue entre mayo y
octubre de 2008].
-¿Siguió sintiendo presiones tras
su salida del IPC?
-En medio de mi
licencia salió una oportunidad de trabajar en una asesoría en
Uruguay. El servicio médico me pasó a la biblioteca en el
contexto del plan de salud mental y sumé mis vacaciones para
irme a la entrevista en Uruguay.
Roberto Martínez [director de personal del Indec] me canceló
las vacaciones y nunca logré llegar a la entrevista. Los
quería matar, a él y a Ana María Edwin [hoy directora del
Indec]. Gritaba: "Que vengan a mantenerme ellos".
Hay un
e-mail que cuenta que Edwin había llamado a la directora del
INE en Uruguay diciendo que si nos contrataban a Clyde y a mí
iban a involucrase en problemas internos del gobierno
argentino. Me enteré después de que algunas asesorías que me
habían salido, y después se cayeron, no avanzaron porque esta
gente tuvo miedo de tener encontronazos con Kirchner. Con el
sector privado pasó lo mismo. Igualmente, no estaba en
condiciones para trabajar.
-Usted denunció una persecución
judicial en su contra, ¿por qué?
-En enero de 2008
empezó el sumario [había empezado ya a formarse en septiembre]
contra
Luciano [Belforte, jefe de Ingresos del IPC]
y la historia, no sé por qué, iba contra mí. Ahí me volví a
sentir mal. Trabajé tres meses y me volví a caer.
Buscaba trabajo y todos me decían
que sí y después se arrepentían. Hablé con todo el mundo, no
salía nada de nada. Igual, con la licencia psiquiátrica estaba
de cama. Cada dos por tres había una llamada de la gente del
Indec para ver si cumplía el horario en biblioteca, si había
llevado todos los papeles que acreditaran mi estado.
Vivía angustiada. Era un acoso permanente.
Cuando a mí me
desplazaron, buscaron minuciosamente para sacar algún trapo
sucio y no encontraron nada. ¡Qué le voy a hacer, soy honesta!
Pero esto no es una virtud, así deberíamos ser todos. Creo que
tiene que ver con lo político, que no encontraron nada y
buscaron la forma de meterme algo.
-¿Qué opinión tiene de Néstor
Kirchner? ¿Cómo cree que quedará la situación del Indec
después de la derrota del oficialismo?
-Tenía una buena imagen de él
cuando asumió, pero todo cambió cuando comencé a sentir las
presiones y después, cuando manipuló el índice. Apoyaba su
política de Derechos Humanos, pero la persecución de
trabajadores en el organismo y el dibujo de los números sólo
demuestran contradicción. No importa lo que haya pasado en las
elecciones, estoy segura de que nada cambiará en el Indec
hasta que no se vaya la intervención actual.
-¿Cree que la Presidenta avala la
manipulación de los índices oficiales?
-Pienso que en un principio ella
no estuvo de acuerdo, o por lo menos eso quiero pensar. En su
campaña presidencial aparecía en favor de mejorar la calidad
institucional, pero no cumplió y terminó avalando la
manipulación de las estadísticas del Indec. No cumplió con su
palabra.
-¿Qué opina de la actuación de la
Justicia en la causa abierta contra la intervención en el
Indec que maneja el juez Rodolfo Canicoba Corral?
-Edwin está imputada y nunca la
llamaron. Justicia y Gobierno son lo mismo. Hay pruebas
suficientes como para demostrar que hubo manipulación.
-¿Qué opina de las estadísticas
que produce hoy el Indec?
-Hay una metodología, que no se
aplica, más allá de los problemas que tiene. Es una cosa de
percepción y experiencia. Lo que resulta evidente, desde mi
punto de vista, es que no usan la Encuesta de Gastos. Por algo
no la publicaron, porque si fuera pública se pueden reproducir
las ponderaciones. Igualmente, no están claras la metodología
ni la población de referencia o cuáles son los cortes que
hicieron, entre otras cosas.
-¿Cuál es el peligro de un país
sin estadísticas confiables?
-Sin estadísticas confiables no
hay herramientas para definir políticas claras y a conciencia.
No hay información para la toma de decisiones en los planos
social y económico. Al no conocer la verdadera variación del
IPC no se pueden negociar salarios ni se puede saber sobre la
pobreza o indigencia real, y también se pierde de vista el
nivel de actividad.
-¿Por qué tomó la decisión de no
contar lo que ocurrió en los medios?
-Me preservé de hablar por un
millón de motivos. Están el miedo, la paranoia, mis hijos,
tener que seguir viviendo cuando hoy no me quieren dar
trabajo, ni siquiera en un escenario que es totalmente
diferente al de 2007 y 2008. Pensé en mis hijos, en que tenía
que resguardarlos de una persecución.
-Desde ATE Indec le critican que
no se haya sumado a las protestas contra el organismo, ¿por
qué no se apoyó en el gremio?
-Yo nunca milité en política. El
juego político no lo entiendo. Yo soy una técnica y quiero
conservar ese estatus. Sé que si no fuera por ATE, el tema del
Indec no estaría en los medios. Hay que bancarse estar adentro
y por eso los admiro. Yo me siento bien con mi conciencia.
Cada uno hace lo que puede. Yo los admiro porque pueden y yo
no. Pero tengo los ovarios para haber dicho que no y estar
sola. En realidad necesito creer que estamos tirando, de
distinta manera, para el mismo lado.
-Este año comenzó a elaborar su
propio IPC en Buenos Aires City, ¿cómo se siente otra vez en
ese trabajo?
-Es mi causa. La devolución a la
sociedad de lo que conozco. Cuanta más gente sepa cómo se hace
el IPC, menos posibilidad habrá de que en el futuro haya una
nueva manipulación. Para mí es la devolución de conocimiento.
Hoy no tenemos estadísticas de nada, y eso es grave para el
país. Yo le debo a la sociedad lo que aprendí en 15 años.
Estoy orgullosa de pertenecer al Indec y de hacer mi trabajo
lo mejor posible. Ojalá esto me pudiera ayudar a mantener a mi
familia, pero no alcanza.
-¿Qué impacto tuvo lo que le
sucedió en su familia?
-Sigo con psiquiatra,
con medicación y no sé cuánto va a durar. Mis hijos lo
sufrieron, yo no quería que atendieran el teléfono en casa. Se
pudrieron de mí, de la situación. Fue complicado desde lo
económico, desde lo psíquico, desde lo emocional. Una busca
trabajo, le dicen que sí, pero que no pueden. Algunos me dicen
que fui desaparecida.
Graciela Bevacqua
es una persona a la que le gusta hablar, pero sólo bajo la
protección periodística del off the record. El miedo a las
represalias hizo mella en la personalidad, hoy asustadiza, de
la mujer que resistió hasta donde pudo las presiones del
Gobierno. Esta entrevista con la ex directora del área de
precios del Indec, la primera en ser desplazada del organismo,
comenzó a gestarse hace casi dos años. En ese entonces,
después de insistentes llamados sin respuesta, acudí a
su
amiga Marcela Almeida, quien hasta la intervención calculó el
IPC Nacional, para
que me hiciera de puente con ella. Después de un primer
encuentro en un bar de Santa Fe y Paraná, hubo cerca de 20 más
a lo largo de los dos últimos años donde fluyeron las más
tremendas revelaciones sobre cómo lo peor de la política se
filtró en pasillos donde debería primar la ética y el
conocimiento técnico. El encuentro en el que la matemática
decidió abrirse a las preguntas de LA NACION fue en un bar de
un shopping de Palermo. Comenzó con la sonrisa de una mujer
atemorizada, pero dura y precisa, y terminó con el llanto de
una solitaria madre de tres hijos a la que le cuesta ganar el
sustento de los suyos.
Reproducción textual
de la entrevista a Graciela Bevacqua, para el diario La
Nación. |