30 de Octubre
de 2008
Nunca me cayó simpático, pero en definitiva es usted
entrenador de fútbol, no Enrique Pinti, y tampoco mi opinión
ni parecer son verdades universales. Son solamente eso:
opiniones y pareceres personales.
![](../../../../images/bianchi.jpg)
Creo,
como muchísimos argentinos, que usted era el indicado para
ocupar hoy el cargo de director técnico del seleccionado de
fútbol.
No quiero imaginarme cómo podrá sentirse porque, como
tantos aspectos de la vida, uno puede imaginarse cosas, pero
la realidad solamente la conoce el protagonista.
Las
sensaciones no se explican, se viven.
Si algo
de positivo hay que rescatar en esta historia es que su nombre
sigue limpio.
Podrán gustar o no sus métodos, sus formas, su
estilo; podrá gustar o no el fútbol que despliegan sus
equipos.
Son gustos apenas y sobre ellos puede abrirse un
interminable debate.
Su nombre está limpio, le decía.
Para
disfrutar de sus nietos y volver a cumplir con su función
cuando quiera.
Seguramente Boca y muchos otros clubes le
tendrán las puertas bien abiertas.
El
nombre Bianchi no fue capaz de producir extraños milagros en
una semana en la que el saqueo de las AFJP dominaba la escena,
y debe seguir dominándola, porque hay cosas muchísimo más
importantes que una pelota de fútbol, aunque la pelota sea
como la playstation para los chicos de hoy: los distrae.
El
nombre Bianchi no produjo el milagro de que Don Julio tomara
la decisión que nunca quiso tomar y que difícilmente hubiese
tomado por razones que saltan a la vista: esto es designar a
Maradona DT de la selección, para beneplácito de su corte de
obsecuentes.
El
nombre Bianchi tampoco produjo el milagro de que un colega
suyo, también médico de profesión, borrara repentinamente con
el codo todas las acérrimas críticas que dirigió hacia el
propio Don Julio, a quien quería discutirle el sillón de la
AFA.
Ello, para subirse a un barco que uno no sabe si se
tratará de un hermoso crucero que dará la vuelta al mundo o si
se estrellará contra un iceberg.
¿Son
muchos milagros juntos, no? Aunque usted, yo, y muchos
millones más vivimos en un país muy singular, donde se suelen
dar esta clase de fenómenos extraños. Casuales o causales. He
ahí la cuestión.
Como
argentino, y usted también con certeza, le deseamos lo mejor a
la selección, esté quien esté al frente.
Lo que no quiere
decir que se compartan los procedimientos, los muñecazos
oportunistas ni las decisiones encubiertas.
Su
nombre sigue limpio, Carlos Bianchi.
Y eso es muy bueno.
Lo
mismo que el infinito apoyo que recibió en cada sondeo de
opinión.
Un tesoro para guardar por siempre.
La gente no se
equivoca tanto.
Los políticos y los dirigentes, a menudo.
Otra
acepción del famoso milagro argentino.
Diario La Naciòn.,
reproducción de la nota de la fecha
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