1º de Marzo de 2008
Aunque en la cancha llueve, Francisco Apestey quiere, a toda
costa, salir a jugar al golf. "¿Podemos ir? Dale, ¿podemos?",
ruega revelando en su insistencia que hace pocos meses cumplió
cuatro años.
Francisco forma parte del creciente grupo de adeptos a un
fenómeno que rompió fronteras y prejuicios, para convertirse
en uno de los deportes más practicados en el país.
Según la Asociación Argentina de Golf (AAG), que agrupa a 279
clubes en los que se practica este deporte, la cantidad de
jugadores con handicap viene creciendo año tras año. Entre
2005 y 2007, la cantidad de jugadores creció más del 18%.
Las razones que justifican este aumento, coinciden jugadores,
instructores y dirigentes, tienen que ver con la visibilidad
mediática que adquirió el deporte a partir de Tiger Woods, el
éxito de los deportistas argentinos en el exterior y la
reducción de algunos costos para quien quiere practicarlo por
primera vez.
En la AAG, la palabra clave es accesibilidad. "El golf ha
quebrado muchas barreras, para convertirse en un deporte al
que cualquiera puede llegar", festeja Mark Lawrie, presidente
de la Asociación.
Un primer golpe a una pelota de golf puede costar 14 pesos en
un driving range , lugares específicamente diseñados para que
cientos puedan tirar a la misma vez. En el Costa Salguero Golf
Center, por donde pasan 5000 personas por semana, el alquiler
de un palo tiene un valor de cuatro pesos, mientras que un
balde con 50 pelotas cuesta otros diez pesos.
En todo el país, el fenómeno se siente en las canchas. En el
tradicional Ituzaingó Golf Club, que ya festejó sus 89 años,
el mapa demográfico de sus socios cambió radicalmente. A
principios de la década del noventa, casi todos venían desde
la Capital. Hoy, el 50% proviene desde la más humilde
localidad bonaerense de San Antonio de Padua.
En ese club práctica Francisco, que con sus cuatro años es el
menor en una clase de 30 chicos. El y sus compañeros son en
parte protagonistas del crecimiento del golf en la Argentina.
Según la AAG, los menores y juveniles hoy representan el 11%
del total de jugadores, un número, que, dicen, está en
aumento.
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En general, los golfistas del mañana comienzan entre los
cuatro y los seis años. Alejo Bole, de 16 años, empezó hace
nueve y este año recibió una beca de la AAG para hacer un
entrenamiento especial por su alto rendimiento.
El comienzo en este deporte de Alejo tiene un origen que Henry
Smith, el escocés que fuera el primero en desembarcar con una
bolsa de golf en la Argentina en 1879, probablemente no
entendería.
"Empecé a los siete años, cuando me enganché con un jueguito
de Tiger Woods en la computadora. Ahora me encanta, porque
jugando te olvidás de todo", describe.
Marco Jandula, de 28 años, es de los que comenzaron hace menos
de un año y también destaca la posibilidad que le da el golf
de "escaparle" a la realidad. Igualmente, reconoce que, cuando
lo invitaron por primera vez a una cancha, no se sintió muy
atraído.
"El que era mi jefe me llevó a un driving. Fui sin muchas
ganas, pero de ahí en más me enganché y ahora estoy por sacar
handicap", relata Marco.
Un programa más
Para él, "tirar pelotitas", como se le dice a golpear pelotas
en el driving, es una actividad más para compartir con amigos.
"Hasta traje a una chica durante una salida", cuenta con
picardía.
Probablemente, ella haya estado muy acompañada por otras
mujeres ese día. Es que ellas, las antes llamadas "viudas del
golf" por las horas de soledad en horarios de partido, hoy
pelean con los hombres minuto a minuto el tiempo de
permanencia en las canchas. Según la AAG, en la Argentina las
mujeres hoy representan el 14% del total de jugadores de golf,
pero en el mundo su representación crece exponencialmente.
"Al igual que con los chicos, que ahora tienen indumentaria
como para su tamaño, hoy las mujeres tienen accesorios y ropa
diseñadas especialmente. El golf se ha acercado a las mujeres,
y los resultados son espectaculares", destaca Lawrie.
A Romina Primerano, de 28 años, el golf se le acercó
geográficamente, cuando empezó a trabajar cerca de un driving
range . "Veía a esa gente en invierno con el palo de golf y no
entendía -admite-. Pero hace un año me acerqué y me encantó."
Por Agustín F. Cronenbold, de la
Redacción de La Nación
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