Paola Suárez: el valor de una número uno

6 de diciembre de 2004
  
 


 
Nació en Pergamino, en la provincia de Buenos Aires. Mide 1.70 m, pesa 64 kilos. Juega al tenis desde su infancia, es diestra, no sólo es la número uno en singles en Argentina y la número dieciséis a nivel mundial, sino también la primera en el ranking del mundo en dobles. Su última adquisición: una medalla de bronce en los Juegos Olímpicos en Atenas. Sin embargo, todos estos datos tan llamativos son en realidad los resultados de un cócktail de rasgos valiosos que hacen a la forma de ser de Paola, los cuales explican su presente exitoso y la definen como persona: su sencillez, perseverancia, ambición, calidez, solidaridad, humildad, disciplina.

  
En medio de la vida ajetreada que lleva entre torneos, entrevistas, viajes y rutinas de entrenamiento, no deja de reconocer el lugar esencial de los demás en su mundo y el papel fundamental de la familia y los amigos en el día a día. Sabe que no está sola y valora la importancia de cumplir objetivos jugando en equipo, lo cual en algún modo explica su éxito profesional junto a su compañera de dobles, la española Virginia Ruano Pascual, con quien al mismo tiempo mantiene una amistad sólida que se prolonga más allá de las canchas. Asimismo, supo armar una red sustanciosa de personas que la guían en los distintos aspectos de su vida: en su agenda semanal figuran visitas a su nutricionista, psicóloga, médico, preparador físico y, además, no duda en recurrir a su familia, amigos y a su entrenador Daniel Pereyra -quien, según ella, es además una suerte de 'psicólogo'-, para compartir sus emociones y ver las cosas desde una perspectiva diferente. Por eso, aún estando de viaje, se mantiene comunicada con ellos a través de su computadora portátil y su teléfono celular. 
 
En lo que se refiere a su carácter, Paola tolera las diferencias -en gran medida por eso tiene una relación tan buena con sus colegas en el ámbito tenístico-, pero sabe hacerse escuchar: "Si tiene que gritar, grita", cuenta su madre en una entrevista para la revista Viva publicada en Noviembre pasado. Además, es una mujer activa y responsable: nunca deja de entrenar y sabe cómo superar los temas urgentes para no perder de vista los importantes. "Nosotros los tenistas tenemos que estar siempre ciento por ciento a nivel mental, no podemos darnos el lujo de decir: 'Hoy me levanté de mal humor y no quiero hacer nada'", explica.
 
Poly -tal es su apodo en la intimidad- planea seguir jugando en los próximos años y tiene como objetivo ingresar al top ten mundial en singles en 2005, pero ve como algo improbable el hecho de llegar a liderar el ranking. No obstante, esa no deja de ser una de sus metas profesionales. En cuanto a su vida personal, es previsora -admite que ahorra la mayor parte de sus ingresos-, y si bien actualmente, a sus veintiocho años, se encuentra en una etapa ascendente en su carrera, dice que le gustaría casarse y formar una familia y, más adelante, crear una fundación para chicos carenciados y una academia de tenis. 
 
Paola se muestra contenta, pero su sonrisa no tiene que ver con su destreza en el tenis únicamente. No es posible reducir su éxito a técnica y talento, sería torpe resumir su grandeza en su habilidad con la raqueta. Es grande, humilde, ambiciosa, transparente, responsable, motivada, sensible, simultáneamente fuerte y vulnerable, paradójicamente extraordinaria y cotidiana. Una mujer doblemente exitosa: como tenista, como persona.