27 de Enero de 2011
QUÉ SERÁ DE TI, RAFA
Aquejado por una ruptura fibrilar, Nadal quedó eliminado en
los cuartos de final y se acrecientan las dudas sobre su
futuro en el circuito.
Fotos La
indisimulable tristeza del número uno del circuito, tras
perder en cuartos de final con David Ferrer -
EFE
MELBOURNE.- Era un boxeador con la vista ciega,
de esos que tiran golpes al aire sin acertar el objetivo.
Rafael Nadal lo miraba a Toni, su tío y entrenador, y decía:
"No puedo, no puedo". El Rod Laver Arena asistía al calvario
de un rey atolondrado, sin luces. Las tribunas seguían el vía
crucis en pantalla gigante. Ahí estaba Rafa: un león que se
revolcaba en sus heridas después de haber sido cazado. ¿Cómo
podía ser...?
Primeros planos que lo decían todo: como la
mirada perdida del N° 1, que empezó a viajar hacia otra
dimensión. Nadal estuvo a punto de llorar en uno de esos
descansos. Se le advertían los ojos enrojecidos, el rictus de
frustración. Un lenguaje corporal que, efectivamente,
ratificaba aquello: "No puedo, no puedo". A metros tenía a su
verdugo, David Ferrer. Un amigo, vaya paradoja. El mismo que,
con la victoria por 6-4, 6-2 y 6-3, en 2 horas y 33 minutos,
impidió que el Abierto de Australia tuviese un póquer de ases
en las semifinales, con Roger Federer (2°), Novak Djokovic
(3°) y Andy Murray (5°).
"El
Rafa Slam se terminó, ya no existe. Es lo que hay. Quizá nunca
más pueda conseguirlo", se sinceraba el manacorí, de 24 años, ante
La Nacion
tras el partido, con el lamento de no haber
podido encadenar los cuatro torneos grandes en calendario
desfasado (el estadounidense Don Budge -en 1938- y el
australiano Rod Laver -en 1962 y 1969- lo hicieron en la misma
temporada). Sobre el filo de la medianoche, Nadal ya adivinaba
las emergencias de su cuerpo: "Estoy casi convencido de que
tengo una pequeña rotura de fibras". Sin dilaciones, Toni
confirmó luego la rotura fibrilar en los isquiotibiales de la
pierna izquierda. "Ya cuando sintió el pinchazo en el segundo
game del partido, luego de un mal movimiento, me di cuenta de
que todo había acabado", admitió el coach.
Rafa siguió luchando hasta el final porque, según
él, no tenía tanto dolor como para saludar al umpire con
anticipación. "Daba igual: en un nivel 1 o en un nivel 6,
estaba para continuar en el juego. Yo odio retirarme. Aparte,
había un público expectante por un partido", relataba con una
expresión nerviosa, siempre fastidioso y de gesto adusto.
Más allá de sus cuestiones de orgullo, el gran
interrogante es por qué el N° 1 se mantuvo en la cancha
central, a riesgo de que el problema se agravase. Echó mano a
varios paliativos para no dejar trunco el espectáculo: en el
tercer game se metió a los vestuarios y volvió con un fuerte
vendaje en la zona afectada. Después, realizó unos movimientos
de estiración, raros en él a la vista de todos. Es más: cuando
el juego entro en pausa durante diez minutos por los fuegos
artificiales del Australia Day, Rafa volvió a los camarines
para atenderse. Evidencias, todas éstas, de que sólo un
milagro podía conducirlo a la victoria ante Ferrer, implacable
en su solidez y justeza.
Esta nueva lesión es un episodio que,
lamentablemente, ofrece más argumentos para referirse a la
fragilidad física de Nadal. Australia se asemeja ya a un suelo
maldito para él, porque el año pasado tuvo que interrumpir los
cuartos de final con el escocés Murray por problemas en la
rodilla derecha. Más atrás en el tiempo, en 2009, se perdió
los torneos de Queen's y Wimbledon por una tendinitis, y luego
en Cincinnati sufrió la ruptura de un músculo abdominal que se
agravó en el US Open. La lista de abandonos se amplía:
Challenger de St. Jean de Luz (2003), Auckland (2005), Queen's
(2006), Sydney y Cincinnati (2007) y París (2008).
Según Toni, el virus que se contagió su pupilo en Doha, a
principios de año, pudo haber tenido su correlato en estos
contratiempos musculares. El trabajo se alteró completamente
al llegar aquí, porque además hubo que atender ese exceso de
transpiración en los primeros compromisos. El déficit físico
no deja de ser paradójico, porque Nadal siempre entrega la
imagen de un toro embravecido. Sin embargo, sucumbió y ahora
padece una incertidumbre añadida por lo que vendrá.
"No hay que dramatizar. El año pasado sí que tuve
un gran problema con la rodilla. Pero éste no es el caso, no
lo considero algo muy grave." En 2010, tras aquel retiro ante
Murray, estuvo inactivo todo febrero y reapareció el 11 de
marzo, en el torneo de Indian Wells. Luego tomó un envión
notable con los trofeos en Montecarlo, Roma, Madrid, Roland
Garros, Wimbledon, US Open y Tokio. El desafío del Matador,
entonces, se centrará en la gira de polvo de ladrillo y la
cita en césped, donde en conjunto defenderá 7000 de sus 12.390
puntos. ¿Podrá hacerles frente a estas exigencias? ¿Se
recuperará a tiempo? Hasta ahora, sólo sobrevuelan preguntas.
"Insisto, no vivo para el Rafa Slam. Y no estoy de acuerdo con
que esté atravesando una situación difícil. Una situación
difícil es la gente que sufre hambre en el mundo", comparó el
manacorí, enfadado por la reaparición de sus fantasmas
físicos, lo único que no puede controlar en el tenis.
Fue la despedida del hombre que rengueó en el Rod
Laver y que siguió probando passing shots hasta que le dieron
las fuerzas y los reflejos. Que no se desmayó en el intento de
dar batalla, aun aceptando que la misión era homérica. Le dijo
adiós Nadal a Australia. Un saludo amargo, lleno de
inquietudes. Y de lágrimas contenidas.
"Rafa es capaz de ganar los próximos cuatro Grand
Slam. Es uno de los mejores tres jugadores de la historia del
tenis, y además es joven. Creo que podrá hacerlo", le deseó
David Ferrer, que participará de su segunda semifinal en un
gran torneo tras la experiencia en el US Open 2007, que perdió
con Djokovic por 6-4, 6-4 y 6-3.
Gastón Saiz,
Enviado especial,
La Nación, CanchaLlena
NADAL Y FEDERER PACIFICAN EL TENIS
A diferencia de otras décadas, el N°1 y 2 del mundo tienen una
excelente relación fuera de la cancha; se llaman cada vez que
ganan un partido de Grand Slam y se contraponen con los
tiempos de Sampras-Agassi o Connors-McEnroe
Fotos -
Archivo
MELBOURNE (DPA) - Peace and love, paz y amor:
nunca en la historia del tenis el número uno y el número dos
se llevaron tan bien como Rafael Nadal y Roger Federer. Y,
tras los dos líderes, como feliz rebaño, todos los demás
jugadores imitan al español y el suizo.
"Los
jugadores ven el caballero que es Roger y a Rafa como un chico
increíblemente agradable", explica el croata Ivan Ljubicic, ex
presidente del consejo de jugadores de la ATP. "Rafa es,
simplemente, un gran chico. Y el hecho de que juegue
increíblemente al tenis no lo hace odiable", completó.
Es una misión imposible encontrar hoy por hoy un jugador que
critique alguna actitud del dúo dominante del tenis. Todo un
dato si se tiene en cuenta que entre Federer y Nadal
conquistaron 21 de los últimos 23 Grand Slam. Hay razones
deportivas para la envidia malsana, pero los dos líderes la
anulan gracias a su personalidad.
No siempre fue así. De hecho, lo que está sucediendo estos
años es una absoluta novedad. Jimmy Connors y John McEnroe se
odiaban y lo decían bien claro y alto en sus años de lucha por
la cima. Lo mismo sucedía entre McEnroe e Ivan Lendl. Tampoco
era muy cordial en su época el alemán Boris Becker, y alcanza
con recordar el bochorno de la exhibición de 2010 en Indian
Wells para entender que Pete Sampras y Andre Agassi estaban
lejos de quererse.
"Me acuerdo de cuando empecé a jugar", dice la belga Kim
Clijsters, ex número uno del mundo. "Nunca veía a Agassi en
las canchas, nunca a Sampras, se entrenaban siempre afuera''.
"Federer y Nadal, en cambio, están siempre en las canchas, se
entrenan con otros muchachos, y eso es fantástico. Hay más
respeto por ellos que en el pasado con Sampras y Agassi. Y esa
actitud está impregnando al circuito femenino", completa
Clijters
El estilo "zen" de Nadal y Federer llamó la atención del
propio Connors, que prefiere su época, los míticos 70 de
gritos, insultos y excesos. "No había rivalidades amistosas en
mis tiempos, todo era muy real. No es que esto no lo sea, pero
aquello era más que tenis. Era como Larry Bird y Magic
Johnson, Celtics y Lakers, Ali y Frazier. Era una rivalidad
que hoy en día no es ni por asomo tan intensa", dijo en
septiembre durante una entrevista en Nueva York.
Es difícil establecer qué jugador tiene más
mérito en el pacífico duopolio actual. ¿Federer, por haber
sabido digerir que en las últimas temporadas un rival cinco
años menor le impidiera dominar el tenis a placer? ¿O Nadal,
por haber sabido luchar y ganar sin caer en la soberbia o la
provocación? Una vez más, el triunfo parece compartido. Y
Federer dejó en claro hoy que lo de crear un buen ambiente no
es algo casual, sino una decisión meditada. "Siempre pensé que
era bueno ser agradable con las nuevas generaciones que van
llegando, en vez de hacerles sentir que esto va a ser un
infierno para ellos. Y creo que esto impregnó a Rafa y a los
otros jugadores. El tenis es un deporte duro, sí, pero al
final es un deporte: en la vida hay muchas más cosas".
Dicho y hecho. No es inusual ver a Federer en la
sala de jugadores empujando el carrito de bebé con sus dos
gemelas. A un par de metros, Nadal inunda de aceite de oliva
sus megaplatos de hidratos de carbono y salta como un niño
comentando las jugadas de un partido en televisión. Le da
igual si al lado tiene al número cinco o al 250 del ranking.
Trata a todos por igual.
Si Federer llama por teléfono a Nadal al día siguiente de cada
victoria de Grand Slam, el español hace lo propio con el
suizo. Nadal jamás olvidará que Federer fue a tocar la puerta
de su habitación en octubre de 2005 en Basilea. El inabordable
número uno de entonces quería saber cómo estaba, ya que su
joven desafiante no jugaba el torneo debido a una lesión.
Cinco años más tarde, en la noche del 13 de
septiembre de 2010, ya madrugada del 14, Nadal hacía su última
entrevista de la histórica jornada en la que conquistó el US
Open. Con la admiración y el respeto que siente por Federer
bien metidos en su ser, reaccionó sin dudar ante la sugerencia
de que la rivalidad entre él y Federer fuese vista como ``light''
desde fuera. "Las rivalidades no son 'light' o 'no light',
sino que se definen por si una las lleva a un extremo
innecesario o no", dijo el número uno del mundo.
"Creo que en otras épocas quizás las rivalidades se han sacado
de lo que es puramente el juego. Creo que en esta época
Federer y yo entendemos claramente que esto es un juego. Y es
normal apreciar al rival. Yo tengo un especial aprecio por
Federer porque he vivido muchos momentos muy importantes de mi
carrera enfrentándome a él, yo creo que él siente lo mismo por
mí".
"Al final le tienes un cariño especial a los rivales. Yo creo
que Federer, Djokovic, Murray o yo mismo entendemos que esto
es un juego. Lo dejamos todo dentro de la pista, pero cuando
se acaba, se acaba allí".
Sebastián Fest ,
Agencia DPA
EL MALLORQUÍN FALLÓ DONDE TAMBIÉN LO HICIERON
SAMPRAS Y FEDERER
Los otros dos ex N°1 del mundo
también se quedaron a las puertas de ganar cuatro torneos de
Grand Slam consecutivos; Rafa llevaba 25 partidos sin perder
en los grandes certámenes
Fotos Desde
Rod Laver ningún tenista consigue los cuatro Grand Slams
consecutivos -
AFP
MELBOURNE.- "Desgraciadamente no creo que exista
otra posibilidad de éstas para ganar cuatro Grand Slams en
fila."
Magro consuelo el de Rafael Nadal: no está solo
en su tropiezo de hoy, porque también Pete Sampras y Roger
Federer se quedaron a las puertas de ganar cuatro torneos de
Grand Slam consecutivos, la hazaña que buscaba y se le hizo
trizas al N°1 del mundo en el Abierto de Australia ante David
Ferrer.
El número uno del mundo ganó Roland Garros,
Wimbledon y el US Open en 2010, y esta semana intentaba sumar
su segundo título en Australia para alcanzar una hazaña sin
precedentes en 42 años, la suma de cuatro títulos de Grand
Slam consecutivos por parte de un mismo jugador.
Pero la derrota de hoy, lesionado, ante su
compatriota David Ferrer echó por tierra el plan. Y Rod Laver,
que no está en Australia y sigue el tenis desde su piso en
Dubai, volvió a hacer sentir su alargada sombra de leyenda del
deporte.
Es cierto que Nadal no buscaba -aún- lo que Laver
logró dos veces: la conquista de los cuatro grandes en una
misma temporada. El australiano lo hizo en 1962 y 1969, el
estadounidense Donald Budge, en 1938. Otros tiempos, otro
tenis.
Pero Nadal estaba ante la posibilidad de sacarle
una cabeza de ventaja nada menos que a Sampras y Federer en
esa particular lucha por récords y predominio en la historia
que los tres sostienen. De haber ganado el domingo la final
del Abierto de Australia, habría logrado enhebrar cuatro
grandes en forma consecutiva. Y llegar a los 28 partidos sin
caídas en estos certámenes, también un récord. Se quedó en
25.
No pudo hacerlo Sampras en 1994, cuando venía de
ganar Wimbledon y el US Open en 1993 y Australia en enero. Jim
Courier, el mismo que hoy seguía el partido entre Nadal y
Ferrer como comentarista del Channel 7 australiano, lo derrotó
en cuartos de final de aquel Roland Garros de hace 17 años.
Tampoco pudo hacerlo Federer, y en ambas
ocasiones por culpa de Nadal, que lo derrotó en las finales de
Roland Garros 2006 y 2007 cuando el suizo venía de ganar
Wimbledon, el US Open y Australia consecutivamente.
Ahora quedan dos posibilidades. Que Ferrer o Andy
Murray ganen su primer Grand Slam es una. La otra es que
Federer sume su quinto Abierto de Australia y su décimo
séptimo título grande. El 16-9 de ventaja que tenía con Nadal
se estiraría a 17-9. El siguiente duelo, en Roland Garros. ¿El
"Rafa Slam"? Sin fecha posible cierta, porque el español debe
volver a empezar.
Sebastián Fest, Agencia dpa
UN VIAJE A LA MENTE DE FEDERER
Las huellas del pasado, su estilo de vida, sus
ambiciones y pensamientos; el suizo dio clase ante Wawrinka y
en las semifinales se medirá con Djokovic.
Fotos Roger
ensaya una Gran Willy, en un pobladísimo Rod Laver Arena -
AFP
MELBOURNE.- "¡Shhh!
Silencio. Genio trabajando." La bandera suiza que aludía a
Roger Federer era el aviso más certero en el estadio Rod Laver.
Los hinchas helvéticos la sostenían en las tribunas mientras
que allí abajo, en el court, el ídolo cumplía su obra con el
virtuosismo de un artista. Fue la desigual pulseada entre un
bailarín del Bolshoi (Federer) y un carnicero (Stanislas
Wawrinka).
Un duelo de compatriotas amigos que se volcó
decididamente para el defensor del título. La pureza de un
estilo por sobre la fuerza bruta. La consagración de una
manera inmaculada de sentir el tenis. Detrás de ese inapelable
score por 6-1, 6-3 y 6-3 que lo depositó en las semifinales
del Abierto de Australia, hay un hombre que fluye.
Pensamientos que brotan en su interior. Reflexiones que hurgan
en este individuo sencillo, después de todo. ¿Cómo funciona la
mente de Roger Federer?
Australia lo predispone bien al suizo. Lo
devuelve a aquellas vacaciones de 1994 y 1995, cuando recorrió
con sus padres y su hermana la costa este del país, Sydney y
la Gran Barrera de Coral. Si la familia extraviaba el camino,
siempre había gente dispuesta a guiarla. Y eso Roger lo
valoraba mucho. También aquellas experiencias de junior en
1998, etapa en la que se entrenaba en el pueblo de Traralgon,
en la región de Victoria. Allí respiraba un paisaje campestre
y se medía relajado con chicos que, como él, soñaban con
actuar algún día en los estadios del Melbourne Park. Menos mal
que entonces no se decidió por el revés a dos manos; todavía
rememora los dolores en la muñeca y el pecho que le demandaba
el golpe.
Australia también le trae a la mente aquellos
ardorosos duelos de la Copa Davis ante Lleyton Hewitt, la
batalla perdida ante Marat Safin en las semifinales del Open
de 2005 y los choques con Rafa Nadal. Partidos inolvidables,
archivados en su disco rígido.
Cuando Federer hace introspección y se detiene en Nadal
concluye en un sentimiento inequívoco: respeto. Cómo no
tenérselo, si cuando el suizo era el N° 1 en 2004, aquel
manacorí de piel adolescente lo enfrentó por primera vez y lo
eliminó del Masters Series de Miami. Por cierto: en los pocos
momentos en que revisa un periódico, Roger lee titulares del
"Rafa Slam" y se entrega a la admiración. Aplaude. Sin
embargo, íntimamente, se permite un reparo: para él, el
australiano Rod Laver fue el verdadero gestor de la hazaña, ya
que logró los cuatro títulos en un mismo año y no en
temporadas separadas, como podría concretar el español.
En este Grand Slam, no hay mejor estrategia para
el suizo que cederle la obligación de campeón a Nadal. Ya alzó
la voz a quien quiera oírlo: "Rafa es el favorito". Él
intentará conservar la corona y más después de su exhibición
ante Wawrinka. Aunque si las cosas no salen, esperan los
asaltos a París, Wimbledon y Nueva York. Como le ocurrió
varias veces, está preparado para escuchar esos pronósticos
agoreros que anticipan la declinación de su carrera. Eso le
molesta, pero hará tripas y corazón y seguirá adelante en
febrero, amén de las críticas. Lo bueno es que no sufre
pesadillas con eventuales derrotas. Al despertar, nunca
recuerda lo que soñó.
La fama, los millones, la imagen pública intachable. Roger se
considera un privilegiado, pero más todavía porque disfruta de
lo que hace. Ya cuando se sumó al ATP Tour advirtió la cara
amigable de Andre Agassi, un tótem. El otro, Pete Sampras, no
hablaba mucho. Igual le caía simpático. Carlos Moya y Tim
Henman sí que eran compañeros de ruta tiempo completo. A ellos
les debe una agradable llegada al circuito.
Éste es un deporte que mide oponentes con fiereza
y es duro al extremo, pero que pregona la camaradería entre
colegas.
A fin de
cuentas, con el tenis no se va la vida, hay cosas más
importantes. Así piensa Roger: cualquier pleito se termina en
la cancha. Y se siente responsable en trasladar este mensaje
al resto de los jugadores. Una declaración de paz que no
existía en otras décadas.
Realmente nunca imaginó ganar tanta plata. Su
agradecimiento va para las anteriores generaciones de
tenistas, aquellas que jerarquizaron este deporte con un
sentido más lúdico, sin parafernalia de marketing.
Sus contactos personales con leyendas del pasado le ofrecen un
buen motivo para emocionarse y ayudar. Alarmado, luego de ver
la devastación por las inundaciones en Rockhampton, acudió a
Laver por si necesitaba ayuda. Se arremangaron y el acto
benéfico del torneo recaudó 2 millones de dólares.
En estos días, ser el N° 2, 3, 4 o 5 del mundo no le cambia la
ecuación a Roger. Por supuesto: es mejor ser el segundo del
ranking para no toparse rápido con los mejores. Pero su amor
por el juego lo sensibiliza. Y no todo se trata de sus
conquistas, de sus recórds. También se orgullece por su bagaje
intelectual. Aunque quisiera hablar menos ante los micrófonos,
para él es una satisfacción presentarse al mundo en su idioma
natal (suizo-germano), en inglés y en francés. Su facilidad
políglota le extiende su red de amistades, otro de sus
tesoros.
Así como es un defensor de la integridad del
tenis y condena el doping y los resultados arreglados, en cada
partido se rinde a los placeres de cada punto. Salvar break
points, subir a la red, ser agresivo, acertar un passing shot,
meter una derecha, respetar una táctica. Situaciones que lo
alientan a seguir el mayor tiempo posible en el circuito, pese
a los achaques de 12 temporadas. La clave, entiende él, es
reservar energías, escuchar lo que le dicta su cuerpo a los 29
años y armar un calendario inteligente. Porque Myla y Charlene,
sus gemelas, pueden esperarlo un poco más. También Mirka
Vavrinec, su mujer, que lo analiza desde la primera fila. Ya
habrá tiempo para el Roger más casero, lejos de los
primerísimos planos.
Gastón Saiz ,
Enviado especial ,
LA NACION
|