04 de Agosto de 2008
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Lo primero que me asombró fue escuchar que el vicepresidente
tiene que pedir una cita para verse con la Presidenta.
–¿Ustedes no trabajan
juntos?
–(Se ríe.) Después de “lo ocurrido” pensé que lo mejor era
solicitar una reunión, una cita para el momento que ella
considerara oportuno.
–¿Eso es normal en la
relación entre ustedes? ¿Antes de “lo ocurrido” era así?
–Hubo una serie de actos en los que nos habíamos visto...
–Fuera de los actos.
¿Un presidente y su vice no trabajan juntos?
–Así tiene que ser y veníamos trabajando en forma conjunta.
Esta es la verdad.
–¿No sería lo lógico
que usted le avisara “voy para allá” y fuera a discutir tal o
cual cosa? O que ella dijera “voy para allá”.
–Yo evalué que esta situación era particular, para no
precipitar y dar un tiempo prudencial.
–¿Vio nuestra tapa del
día siguiente de la reunión con Cristina? (Muestra a Cobos con
un ojo morado, bajo el título “Reencuentro”.) ¿Le parece que
fue una síntesis más o menos exacta de lo que pasó?
–(Risas.) No, no. Los dos evaluamos la situación. Cada uno
desde su punto de vista. Yo lo que propuse fue evaluar eso, y
evaluar el futuro. Las dos cosas.
–¿Recuerda cómo murió
Augusto Timoteo Vandor?
–Yo era muy chico.
–Le pegaron cinco
tiros en la cabeza y le prendieron fuego a la sede de la CGT
que él manejaba. ¿No se le ocurrió buscarlo en algún libro de
historia cuando lo compararon con Vandor?
–Sabía quién era. No recordaba el detalle sobre su muerte.
Pero no encuentro similitudes entre los dos personajes. Son
totalmente distintos.
–Volviendo a la
pregunta inicial, sobre la relación entre un presidente y su
vice. ¿Desde que comenzaron la gestión, en algún momento la
Presidenta lo consultó, le pidió opinión sobre algún anuncio,
alguna medida de gobierno?
–No, no hubo muchas consultas.
–Entonces no hay
relación entre la Presidenta y el vice.
–Es lo que hemos planteado siempre y fue parte de la charla
que tuve con la Presidenta. El proceso de concertación que
nosotros entendíamos era establecer una serie de temas anuales
y otros para los cuatro años. Discutirlos, consensuarlos,
hacer nuestros aportes y después salir juntos.
–¿Cuántas veces se
reunió a solas con la Presidenta desde que comenzó a
discutirse la fórmula?
–No me acuerdo. Algunas veces.
–¿Cinco, diez, treinta
veces?
–(Piensa.) Menos de cinco.
–¿Cuántas con Kirchner?
–Dos.
–¿A solas?
–A solas.
–¿No le parece
demasiado poco como para haber aceptado la vicepresidencia?
–Con Kirchner yo tuve mucha relación institucional antes de la
fórmula. Con Cristina nos vimos mucho menos.
–Pero no es normal que
con Cristina se vean a solas. El otro día no lo estuvieron.
Estaban también el jefe de Gabinete y el ministro del
Interior.
–Así es. Tal vez hubiese sido que mejor que estuviéramos
solos. Pero...
–Usted fue solo.
–Sí, fui solo.
–¿Pasó en la reunión
lo que esperaba?
–Sí. Era una primera reunión después del conflicto. Yo quería
hablar de lo sucedido y de lo que puede ocurrir en el futuro y
de los temas que yo creo que son importantes de abordar y que
le dejé planteados.
–¿El kirchnerismo cree
que usted se equivocó o que los traicionó?
–Una cosa es lo que dice el kirchnerismo hacia afuera y otra
es la que me dicen a mí. La mayoría ha visto esto como la
salida a un conflicto muy grande que pudo haber traído peores
consecuencias. Lo reconocen pero son pocos los que se animan a
decirlo en público. Es el sentimiento que hay adonde uno va.
Yo nunca quise llegar hasta acá. Evitaba esta situación. Por
eso busqué el consenso, pedí un cuarto intermedio. Sugerí que
lo pidiera el propio oficialismo. Lo que esperaba era una
salida consensuada. Era muy difícil de creer que después de un
debate en Diputados, y de haber consultado a especialistas,
gobernadores, intendentes, en el Senado, no cambiaran una
coma. Un punto. Era poco creíble. Si se hubiera trabajado como
yo dije, que debía llegar al Senado consensuado, hubiera sido
diferente. Pero eso no se hizo. Al revés, me dijeron “no te
metás”. A mí me ha tocado consensuar en mi provincia, porque
no teníamos mayoría. Para mí, que me reboten una ley, no es un
fracaso. Es una regla de la política, de la democracia. No hay
que dramatizar tanto esto.
–Hay gente a la que
usted le cae bien, pero que cree que estuvo mal al votar en
contra. Creen que debería haberse alineado por disciplina
política.
–Eso también estaba dentro de las contradicciones que como ser
humano uno tiene. Uno puede ser político, puede ser
vicepresidente, pero es un tipo de carne y hueso. Con
sentimientos y todo. Pero yo sabía que no era la solución para
el Gobierno votar de otra manera. El Gobierno la iba a pasar
muy mal. Sobre todo porque se habían dado casos de
legisladores que dijeron que iban a votar de una manera y que
después se reunieron y… qué sé yo… terminaron votando de otra.
La gente generaliza en todo. Mucha gente me dijo que en medio
del debate apagó la tele, porque en este país todo se compra,
todo se vende.
–Es curioso como lo
ven algunos; yo creo que fue al revés, que el Gobierno lo
desautorizó a usted. Y creo que eso sucedió en el momento en
el que usted quiso reunirse con los gobernadores y ellos les
dijeron que no vayan. ¿También lo ve así?
–Sí. Lo veo así. Me parecía que esa era una forma en la que yo
podía ayudar. ¿Cómo no van a opinar quienes tienen la
responsabilidad de administrar las economías dentro de cada
provincia? Nosotros trabajamos así en algunos temas, como el
vitivinícola o el de hidrocarburos. A mí me tocó venir a
Buenos Aires a pelear por esos temas. Esta vez me tomé el
trabajo de llamarlos uno por uno. Tomé la precaución de
preguntarles qué les parecía juntarse. “Che, perfecto”, me
dijeron todos.
–Y después qué pasó.
¿Lo llamaron uno por uno para decirle que no venían?
–No. Directamente no vinieron.
–Se enteró por los
diarios de que no venían.
–Sí.
–Pero hay casos, como
el del gobernador Miguel Sáiz, que integra la Concertación
Plural, que salió a criticarlo públicamente por haber hecho
esa convocatoria.
–Yo le pregunté a Miguel “¿por qué hablás si yo no hablé con
vos?”. Yo había hablado con los gobernadores de las provincias
productoras de cereales. Este fue un tema. Pero después
dijeron: “Cobos no opina. No delibera”. Se acordaron de mí dos
horas antes.
–Usted decía antes que
esto se vivió como una cosa de vida o muerte. Que al día
siguiente el país se desintegraba. Y no pasó nada. Era
importante pero no era el tema más importante. ¿Por qué se lo
vivió así?
–Porque estaban en juego otras cosas.
–¿Qué estaba en juego?
–La institucionalidad, el respeto por la división de poderes.
Las formas. A veces la forma es tan importante como el fondo
de la cuestión. Estamos en un momento donde hay que cuidar
mucho las formas, los procedimientos. Hay que buscar las
maneras de llegar con los temas acordados, consensuados. Eso
me parece que es la nueva etapa que reclama la ciudadanía.
–¿Piensa que los
Kirchner creían que usted era más manejable?
–Cristina a lo mejor no me conocía tanto, pero Néstor Kirchner
me conocía, porque no bien comencé la gestión tuve problemas
cuando él extendió los beneficios del régimen de promoción
industrial a San Luis, La Rioja y San Juan, y yo salí con los
tapones de punta. Y después terminamos negociando, transando
judicialmente mil millones de pesos a favor de la provincia.
Yo le dije “esto ha perjudicado mucho a Mendoza, pero yo no
quiero plata, quiero una obra”. El país necesitaba energía, y
la obra quedó acordada.
Después no querían que yo renegociara el bono Aconcagua.
Querían que renegociara después de la Nación. Yo le dije: “Lo
voy a negociar antes”. Y lo hice. Cuando fue el tema de la
reelección en Misiones yo me junté con Kirchner y le dije: “¿Y
esto para qué?”. Yo vengo de una provincia que no tiene
reelección. Lo hablamos. También cuando se metieron con los
liceos. Le dije: “Qué necesidad hay de meterse con una
institución que anda bien, que tiene su historia”. Me
conocían. Sabían que soy una persona que acompaña, y que en
algún momento puede marcar alguna diferencia. Muchas veces
dije que, para ponerle un porcentaje, había un 70 por ciento
de cosas en las que coincidía con ellos y en lo demás no.
–Las alianzas acá, por
experiencia, nunca son programáticas, siempre son por
conveniencia electoral. Esto desgraciadamente es así...
–...no debería serlo.
–Y creo que el
conflicto tiene que ver con esto. Si tuviera que poner un
porcentaje a cuánto hay de programático hoy con el
kirchnerismo, ¿qué número pondría? ¿Un diez por ciento?
¿Menos?
–Sigue habiendo muchas coincidencias en el fondo de las cosas.
Diferimos en las formas, en las maneras de llegar. Todos
estamos de acuerdo con la redistribución de la riqueza...
–Obvio.
–Con sacarles a los que más tienen, con hacer un programa
educativo de largo plazo. Pero hay que acostumbrarse a que las
formas a veces son tan importantes como el fondo.
–En la reunión con la
Presidenta, ella le recriminó haber rechazado algo que ustedes
mismos habían planteado en la campaña.
–Nosotros no estamos en contra de las retenciones móviles. Ni
siquiera pedimos que se derogaran. Fui uno de los pocos que
dijo que eso era una atribución del Ejecutivo. Como
administrador sé que podés tomar una medida y enviarla al
Parlamento para su ratificación. No se puede decir que uno
está en contra porque pide algunos ajustes en el proyecto.
Cuando Kirchner puso como impuesto el 12 por ciento a los
vinos espumantes, le dije “mirá, Néstor, esto arrastra a los
otros precios, porque incide en el valor de la uva”. Entendió,
y sustituimos el impuesto al champán por inversiones. La
última vez que Cristina estuvo en Mendoza fue para prorrogar
esto. Por eso dijimos: bajás un poco acá y decís que se
invierta en el trigo, el maíz, la leche. Se lo dimos por
escrito. Y se lo dijimos. Propusimos un mecanismo que no sólo
distribuya, sino que permita generar riquezas.
–¿Cómo queda el
cobismo: con todos yéndose, pero usted todavía en el Gobierno?
–Yo no tengo derecho a irme. Soy el único que no tiene derecho
a renunciar, porque me ha votado la ciudadanía.
–¿Está de acuerdo con
que los demás se vayan?
–No.
–¿Los demás se fueron
o los echaron?
–A algunos les pidieron la renuncia y otros se fueron, como
corresponde, cuando cambia un funcionario superior. Es el caso
de Jaliff. Yo no le pido a nadie ni que se quede ni que se
vaya. Pero si ya no siente cómodo… si no tiene lugar, ni
respaldo, estaría mal quedarse.
–¿Y ése no es su caso,
a la luz de todo lo que le dijeron?
–Sí, pero mi caso es como si Felipe Solá tuviera que renunciar
porque votó distinto. Yo no tengo derecho a renunciar. Soy el
único.
–¿Se queda para poner
cada día una mejilla o la otra en forma alternada?
–No. Yo tengo un rol acá, en el Senado. Y si no soy una figura
de consulta, cumpliré con mi rol constitucional a rajatabla.
–¿Ese rol incluye la
posibilidad de desempatar en el Senado?
–(Se ríe.) Eso pasa una sola vez en la historia. No creo que
se llegue nuevamente a esa situación. Si no, no hemos
aprendido nada.
–No piensa que el
problema con el campo va a resurgir?
–Para salir de esto, habría que haber avanzado con una ley,
con otro proyecto. Hay muchos presentados. Acá no se dijo “no
a las retenciones”. Se dijo “hagamos algo más consensuado”. Si
se tocaban dos o tres cositas, tenían diez votos más. Lo
decían los propios senadores. Si yo fuera gobernador de una
provincia agrícola, estaría a la cabeza de eso. Cómo no van a
opinar.
–Schiaretti y Binner
lo hacen.
–Bueno, que se junten, que hagan una propuesta estratégica con
la Secretaría de Agricultura y con el sector privado. En esas
provincias toda la actividad depende del campo.
–El otro día estuve en
Rosario, todavía no se había terminado el conflicto. Hacía
tiempo que no iba al interior. Y se veía claramente que no era
un problema entre Buenos Aires y el campo, sino entre Buenos
Aires y el interior.
–Buenos Aires debe ser la provincia que más campo tiene. A lo
mejor hablan de la Capital o el conurbano.
–¿El Gobierno se
manejó mal porque desconoce el interior?
–No creo que lo desconozca. Tiene gobernadores que han
trabajado para la fórmula. Creo que no se midieron las
consecuencias de esta resolución que podría haber sido atacada
en forma inmediata y corregida. El límite se dio cuando se fue
Lousteau. ¡Qué el ministro se lleve la resolución!
–¿Por qué cree que los
gobernadores no se animan? ¿Es sólo por la caja?
–No sé.
–Fue gobernador con
Kirchner de presidente.
–Y venía a Buenos Aires y las cosas se las decía sinceramente.
–¿Qué es hoy la
Concertación Plural?
–Una expresión de deseos. Esto no es lo que habíamos
imaginado.
–Hace media hora la
Presidenta estuvo con Ivoskus el Japonés García y dijo: “Esto
es la Concertación Plural”.
–Será una parte de la Concertación Plural. Una reunión con
gente de algunos partidos no es la Concertación Plural, sino
que es ponernos de acuerdo en cada tema. Tenemos opiniones
distintas, porque provenimos de espacios distintos. La
Concertación Plural es un espacio de participación, no de
adhesión a lo que dice el Partido Justicialista.
–¿La Presidenta le
pidió algún compromiso para que no opine públicamente sobre la
gestión?
–No.
–Hasta que fue lo del
voto tuvo un bajo perfil mediático.
–Sí.
–¿Entendió que no
tenía que tenerlo?
–Entendí que tenía que transmitir mis inquietudes por otras
vías, como lo hice con la Presidenta, con el presidente del
Partido Justicialista y con el jefe de Gabinete, que es con
quien más dialogaba. Pero llegó un momento, el sábado aquel
cuando hablé dos veces con la Presidenta y le dije que debía
mandar el tema al Congreso, y al otro día que mandé aquella
carta pública con mi postura.
–¿Su familia le pide
que se quede o que se vaya?
–Mi familia entiende que es un compromiso. A pesar de que no
viven momentos gratos. No están acostumbrados. No vienen de
una familia donde nacieron con su padre en un cargo político.
Ellos lo han padecido en su adolescencia. Pero están conformes
con la decisión que he tomado.
–La Presidenta le
reprochó el voto. ¿Se lo había advertido?
–Debía saberlo por el jefe de Gabinete, con quien habíamos
hablado. Pero ellos tenían la seguridad de que esto no se
daba.
–Usted también llevaba
el recuento de votos.
–Sí, y cuando vimos cómo venía dije que también al
vicepresidente hay que preservarlo. ¿Por qué exponerlo a una
situación donde él bregó por el diálogo?
–El Gobierno estaba
convencido de que no iba a bajar al recinto a votar.
–¡Cómo no iba a votar! A uno se le ocurrió a último momento
sugerirme esa idea, pero hubiera sido la peor decisión de mi
vida. Yo no le escapo el bulto a las cosas. Me tendrían que
haber secuestrado en serio. ¡Cómo explico el hecho de no
bajar!
–¿Por qué Cristina no
aceptó el cuarto intermedio?
–No sé. El jefe de Gabinete llamó cuando vio que la situación
era esa. Y hablé con él cuando ya iba camino al recinto.
–¿Con Néstor Kirchner
volvió a hablar?
–No.
–¿Piensa hacerlo?
–Yo no tengo problemas en hablar con nadie. Pero creí que
primero debía hablar con la Presidenta.
–Al principio dijo que
lo que estaba en juego era la “institucionalidad” y las
“formas”. Los Kirchner decían que estaba en juego la
democracia. Que los querían desestabilizar.
–Me parece que no fue así. El resultado lo demuestra. Las
cacerolas del 2001 eran distintas. En las manifestaciones de
ahora la gente pedía diálogo, que le sacaran la angustia que
se vivía.
–Se viene el debate
parlamentario por Aerolíneas. Y sabemos que ustedes no
coinciden plenamente con el proyecto. Hace un rato dijo que no
debería repetirse el caso de un vice desempatando. ¿Cree que
se habrá aprendido algo? ¿Van a permitirles revisar el
proyecto?
–Bueno el proyecto lo he estado viendo. Hay senadores que han
planteado inquietudes. La discusión pasa por el valor de la
empresa. La tasación. Pero el servicio hay que prestarlo.
–Hasta ahora hay un
tema del que se ha hablado poco sobre Aerolíneas: es sobre los
errores de gestión, que si bien corresponden a los españoles,
está coparticipado con el directorio.
–Sí. Nos pasó en Mendoza con el transporte de pasajeros. El
responsable es el Estado. Puede prestar el servicio él o a
través de terceros. Y si éstos no lo hacen bien, el Estado
debe intervenir.
–¿Tuvo oportunidad de
ver el proyecto de ley de Radiodifusión?
–No. Sé que están haciendo consultas.
–Con sus idas y
vueltas, el proyecto fue pensado para combatir a los grandes
grupos de medios como Clarín. ¿Qué piensa de esa confrontación
con los medios?
–Los medios tienen un rol importante, que es comunicar lo que
ocurre en el país y las acciones de gobierno. Hay que mantener
una relación normal con quienes informan, sabiendo que pueden
opinar de distinta forma. Y hay que mantener una relación
comercial que tiene que ser equitativa, justa, con ciertos
parámetros. Así lo hacíamos en Mendoza. No estoy al tanto de
los detalles. Sé que algunos se quejan. Otros se ponen
contentos.
–Dimos una nota sobre
la distribución de la publicidad y es terrible.
–Es terrible.
–Y cuando lee esos
informes, ¿se siente parte de este Gobierno?
–No me hagan cargo a mí... no porque el organigrama indica que
debajo del Presidente está el vice y debajo de él los
ministros todas las cosas deben pasar por mí. Esto no es así.
Si no a los ministros que salieron a criticarme, les hubiese
dicho: vos no durás dos minutos más. El tema del
vicepresidente, por algunas razones en la historia, se ha
depreciado tanto que ahora se termina magnificando. Se
depreció tanto que Ruckauf se fue y nadie dijo nada. Duhalde
se fue, y nadie dijo nada. Con Chacho, ahí se ponderó el rol.
–¿Para qué está un
vicepresidente? ¿Cuál debería ser su rol?
–No sé. Es extraño. En otros países tienen cargos más
ejecutivos o directamente no hay, como en Chile. A lo mejor,
para un futuro, habría que repensar el rol. A veces se me hace
responsable del Ejecutivo, y yo estoy todo el día acá, en el
Senado. Y el día que la Presidenta viaja al exterior, se creen
que yo voy a decir “aprovecho estos dos días para firmar no sé
qué cosa”. No.
–El mes que viene la
Presidenta viaja al exterior. ¿Ya hablaron de eso?
–No. Pero Cobos no va a hacer una locura. Cobos puede
desempatar en el Senado, pero no hacer locuras (risas).
–Con la discusión de
la 125 estableció una relación con Solá. ¿Cómo se ve con ese
sector del peronismo?
–Teníamos una buena relación de cuando los dos éramos
gobernadores. A Solá hay que respetarlo porque fue secretario
de Agricultura y sabe del tema. Yo si no conozco, no opino. El
proyecto de Solá, al lado del de Reutemann, era mucho más
progobierno. Atendía detalles que hubiesen logrado la sanción
de la ley, ¡y con un techo del 54 por ciento para las
retenciones!
–A la reunión con la
Presidenta llevó una agenda de temas que incluía, entre otros,
el problema del INDEC. ¿Le pidió la renuncia de Moreno?
–No le pedí que sacara a Moreno. Le dije que el INDEC debe
recuperar la credibilidad que debe tener todo organismo.
–¿Y con Moreno ahí
puede ser creíble?
–Es que Moreno no tendría que estar en el INDEC. No
tendría que depender de nadie. Debería ser autárquico o
depender de la Presidenta. Reproducción textual de la
entrevista en el diario Critica de los Argentinos del 3-8-08
efectuada por
Jorge Lanata y Damián Glanz
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