25 de Agosto de 2008
La Argentina sigue siendo un país con
oportunidades que sus dirigencias se ocupan de arruinar. En
los sísmicos años 2001-2002 se insistía, para darnos consuelo,
en que toda crisis tiene solución. Pocos esperaban que en poco
tiempo, pese a las administraciones calamitosas que se fueron
sucediendo, el conjunto de la sociedad y los vientos
internacionales favorables fueran a generar una recuperación
acelerada. La recuperación se dio a pesar de la tozudez,
agresividad, incompetencia, demagogia y concepciones arcaicas
de un gobierno que parece empeñado en devolvernos a otro
derrumbe. Pero no será el fin.
Al margen de la tempestad política y social que
ya oscurece el horizonte, ahora mismo se puede iniciar una
política de Estado que brinde a la Argentina un avance
extraordinario.
Dejemos a un lado en esta reflexión los
caprichos infantiles del Ejecutivo y su falta de proyectos.
Debemos apreciar que se han producido algunos hechos que
ensanchan el optimismo: hay una mejora institucional gracias a
la incipiente independencia del Congreso de la Nación. Se ha
consolidado la unión entre los diversos representantes del
campo. Funciona un arco opositor más articulado y creativo.
Disminuye el miedo a la pareja presidencial.
Hace poco días se volvió a presentar un
proyecto admirable, de esos que hubieran sido aplaudidos por
Belgrano, Alberdi, Avellaneda, Sarmiento, Roca, Pellegrini.
Hace una década que circula entre los representantes del
pueblo, sin poder convertirse en realidad. De lo contrario, ya
estaríamos gozando de sus beneficios formidables.
Sucede que adolece de un gran defecto: no
incluye coimas. Por lo tanto, no interesa ni entusiasma a
nadie.
Se trata, nada menos, que de instalar en el
país las herramientas fundamentales de un desarrollo genuino.
Se trata, nada menos, que de equipar nuestro vasto territorio
con autopistas modernas libres de peaje y de rehabilitar los
oxidados ferrocarriles. Este proyecto puede concretarse dentro
de poco tiempo: integrar con rapidez nuestro desconectado
territorio; reducir de forma impresionante los accidentes en
las rutas, estimular las inversiones nacionales y extranjeras;
crear nuevas e infinitas fuentes de trabajo y hacer explotar
un crecimiento imparable.
Sin peaje para el usuario, sin manipulaciones
burocráticas, sin habilitar depósitos de ?ñoquis? ni abrir
grietas para que operen los coimeros.
Guillermo Laura viene trabajando en el tema con
obstinación y lo ha perfeccionado en casi todos sus detalles.
Ahora es relanzado en el Congreso por un arco pluripartidario
de diputados enérgicos y patriotas, pese a que el mismo
Congreso lo ha esquivado con argucias o negligencias. Ya no
será fácil ignorarlo. Los ciudadanos empiezan a tomar
conciencia de sus beneficios incalculables y mandan sus firmas
de adhesión, a buen ritmo. Esta es la dirección:
www.autopistasinteligentes.org. Sólo hay que escribir el
propio nombre y el DNI.
Se acelerará la densidad del apoyo y pronto
millones de ciudadanos exigirán a los gritos su inmediata
puesta en marcha. De lo contrario, Dios y la Patria demandarán
a sus representantes, como establece el juramento
constitucional.
En la actualidad, tenemos la miseria de apenas
dos mil kilómetros de autopistas. El proyecto quiere llegar a
los 15.000, y de esa forma establecer una red que sólo
superarían Estados Unidos, China y Canadá.
Ambiciona, en síntesis, construir autopistas
modernas, con calzadas desdobladas por un cantero central y
guardarrieles que eviten los choques frontales, causa
demoníaca del 66% de las muertes. Los cruces tendrán
diferentes niveles para evitar las colisiones con trenes u
otros vehículos. Las banquinas estarán pavimentadas para que
al morderlas no se produzcan vuelcos. Los alambrados impedirán
la entrada de animales. Los centros urbanos gozarán de una
circunvalación, para no demorar la velocidad del tránsito.
Habrá radarización y detectores de niebla y hielo. Los ómnibus
de larga distancia se desplazarán más seguros y más
rápidamente.
En la última década sufrimos 70.000 muertes por
accidentes de tránsito y regiones enteras se marchitan en el
aislamiento. ¡Peor que en las guerras! Las autopistas
inteligentes evitarán nada menos que siete de cada ocho
muertes, unirán los más lejanos rincones del país y estarán
bordeadas por 12 millones de árboles, para hacer reverdecer
zonas desiertas.
La inevitable pregunta es cuánto costarán. Pues
sólo unos centavos por litro de combustible, que sólo se
empezarán a pagar después que las obras estén terminadas. Con
los impuestos generados por ellas se rehabilitarán los
ferrocarriles, sobre la base de un plan maestro que evite las
improvisaciones. ¿Parece un sueño? ¿Parece un chiste?
Claro: no se trata del absurdo tren bala ni de
los vergonzosos subsidios ni de los negociados que mantienen
en miserable estado nuestros medios de transporte.
Veamos, primero, qué hicieron los países
exitosos en materia de rutas y luego la factibilidad asombrosa
de este proyecto.
En la década del 30, Alemania construyó la
primera red de autopistas del mundo, y esa red tuvo un papel
importante en la Segunda Guerra Mundial. Terminado el
conflicto, los ingleses frenaron su ira y reconocieron con
objetividad que, pese a los bombardeos, Alemania aún tenía
mejores carreteras que Gran Bretaña. Otro que tuvo éxito fue
Eisenhower, quien, al asumir como presidente de Estados
Unidos, construyó la obra más grande de la humanidad hasta ese
momento: 68.000 kilómetros de autopistas y 55.000 puentes. Su
costo superó en mucho el viaje a la Luna, pero se la considera
la obra más rentable de la historia económica norteamericana.
El tercer caso lo narra el mismo Guillermo Laura, y vale la
pena que sea incluido en esta nota.
En 1985, una delegación china fue al Banco
Mundial, donde la atendió el ingeniero argentino José Veniard,
graduado en la UBA. Los chinos le dijeron que deseaban
construir una fantástica red de autopistas. ?¿Pretenden ser
como los Estados Unidos??, preguntó irónicamente Veniard.
?Sí?, contestaron. ¡Pero si no tienen más que cien mil autos,
menos que Vicente López! ?Primero, las autopistas
?respondieron los chinos?; después vendrán los autos.? Sabían
que los autos se fabrican en minutos. Las autopistas, en
décadas. Veniard se radicó en Pekín para poner en marcha y
supervisar el tendido de 25.000 kilómetros de excelente
calidad. En 2005, China tenía las autopistas terminadas y
llegó a 40 millones de vehículos. Esta cifra trepará a 170
millones en el año 2020. Eso se llama visión estratégica.
¿Qué pasó en la Argentina, mientras tanto? En
el año 1932 se sancionó una ley de vialidad que, con cinco
centavos por litro de nafta, permitió tender algunos
kilómetros. Después, los gobiernos se dieron cuenta de que esa
recaudación era fácil de obtener y la desviaron como botín a
rentas generales.
El impuesto sobre los combustibles ahora
redondea los... ¡4000 millones de dólares por año! En diez
años podríamos haber construido 20.000 kilómetros de
autopistas. Más de lo que necesitamos. Y ni siquiera se
terminó la autopista Rosario-Córdoba, de 420 km. ¡Para llorar!
El proyecto propone simplemente que, para
alcanzar la meta, no interfiera el Estado con sus burócratas,
?ñoquis? y funcionarios voraces de coimas. Es otro modelo de
gestión, basado en otorgar concesiones a empresas de primer
nivel que hagan las obras con su propio dinero, y sin avales
del Estado. Las empresas pueden financiar las obras porque los
créditos puente para estos fines son fáciles de obtener. El
tendido será segmentado en módulos de cien kilómetros, que se
pueden terminar en 18 meses. Tendrán urgencia en llegar a
término, porque sólo empezarán a cobrar después de finalizar
el trabajo. Además, se empeñarán en construir autopistas de
gran calidad, porque las explotarán 30 años. En conclusión:
tarea rápida y con alta excelencia.
Se eliminará el ?impuesto a la distancia? que
ahora están obligadas a pagar las regiones periféricas, lejos
de los puertos y los centros de mayor consumo. No habrá que
pagar peaje, como dije. Resucitarán pueblos fantasma. Se
abrirán fuentes de trabajo en zonas que ahora son
inaccesibles. Aumentará la productividad. Crecerá el turismo.
Recordemos la visión de los chinos, que
tendieron sus autopistas cuando sólo poseían 100.000 autos. En
esa misma época, la Argentina ya contaba con más de tres
millones de automotores y considerábamos las autopistas un
tema suntuario, faraónico y postergable.
El proyecto brinda detalles más precisos y
afinados, que interesarán a los expertos, pero no caben en
esta columna. Se darán cuenta de su factibilidad, urgencia y
rápidos frutos.
Cierro con la
apelación a los diputados para conseguir un aluvión de
adhesiones ?que invito a suscribir ya?, porque a ellos les
ayudará a insistir con musculosa firmeza en el Congreso y a
derribar los obstáculos que levantan los carentes de visión.
Así lograrán poner en marcha una obra que, en menos de una
década, cargaría de vitalidad a nuestro país. Guillermo Laura
recordó en su nueva presentación un dato conmovedor: Internet
se llama también ?autopista de la información?. Así fue
bautizada por Al Gore, en homenaje a su padre. Porque su
padre, del mismo nombre y apellido, fue el senador que, en
1956, redactó la ley que dio lugar a la prodigiosa Red
Eisenhower. Este presidente era considerado un mandatario gris
hasta que la ciudadanía empezó a tomar conciencia del
beneficio colosal y trascendente que brindó con este solo
emprendimiento. Eisenhower fue un hombre que reconocía la
diferencia entre el oro y el bronce, desde luego, y aceptaba
que se prefiriese el primer metal en lugar del segundo. Pero
tuvo la lucidez de advertir que para un buen político, más
vale el segundo, el bronce. Y que el oro vaya a deshacerse en
otras manos.
Marcos Aguinis, escritor, a
propósito de un Emprendedor nunca escuchado, Reproducción
textual de su columna diario La Nación del 22-08-08
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