ME HAGO CARGO!!
NO SERÉ CÓMPLICE
DE TODA LA SOCIEDAD

09 de Febrero de 2009

Papando moscas en el área

Nada alecciona a esta sociedad. Esta vez no soy cómplice, esta vez no estoy con ustedes.
Me refiero a la censura que sufrió Nelson Castro.

Nada le sirve a esta sociedad, a este país. Nada los alecciona. Nada les enseña. Siempre dejan pasar toda oportunidad de gol. Yerran todos los penales. Hacen chapa chapa en el agua sin agarrarse del salvavidas y se ahogan… y pasan las oportunidades… y siguen pasando… y, lamentablemente, creo que seguirán pasando por siempre y para siempre.

¿Quiere el argentino (como integrante de una sociedad) ser salvado? ¿Le interesa? ¿Le preocupa? ¿Lo alivia?...

¿O se siente mejor esperando la salvación? Mi pregunta es si se siente mejor siendo víctima.

La víctima en cierta forma es la protagonista de la película, la inolvidable, la heroína… la pobrecita… a la que siempre ayudan… a la que siempre perdonan. La víctima siempre corre con la ventaja de su incapacidad, de su destino fatal… de ser siempre la pobrecita. Muchísimos actores y actrices han hecho fortunas y fama jugando a ese rol, puedo hablar de Bette Davis o Gregory Peck. Pero una sociedad no es Hollywood y de más está decir que sus integrantes, si juegan a ser la Davis o Peck, se las van a ver negras.

Estoy sorprendidísimo, anonadado, desilusionado. ¡No lo puedo creer! Pensé que el “ser” argentino tenía un límite, pensé que en algún momento agradecía la oportunidad y la aprovechaba. Pero no… la han dejado pasar otra vez. Digo la “han” porque esta vez no me incluyo para nada, me siento totalmente afuera de la situación, no comparto, ni me da risa, ni gracia, ni guiño y me lavo las manos con la conciencia limpia. Esta vez no soy cómplice, esta vez no estoy con ustedes, esta vez yo no fui. Es injusto tal vez pensar que soy el único que no adhiere a la reacción general; debe de haber, espero, otros tantos. Otros tantos que, viendo la oportunidad, se pusieron serios y pensaron: “Con esto no se juega, acá no hay chiste que valga, y no vale suavizarla con humor”. Fue como dejar pasar la sortija. Fue como no subirse al caballo. Fue como desatar la vaca… fue que algunos otra vez la dejaron pasar.

Me refiero concretamente al episodio de censura que sufrió Nelson Castro. Como la mayoría de ustedes saben, porque es de público conocimiento, Nelson Castro fue censurado, echado, removido, excluido, tapado, descartado de Radio del Plata. Cuando esto pasó o empezó a pasar (porque este diario y otros medios con información precoz lo adelantaron), parecía que iba a ser el tsunami que por lo menos lograría hacer que un poco de agua llegara a Olivos… no hablo del naufragio de los Kirchner, eso es imposible. Es imposible porque lamentablemente la democracia les conviene y es imposible porque lamentablemente nuestra cobarde tibieza de protesta de cacerola es incapaz de espantar a un gorrión herido. No tenemos ni la pasión francesa (por más que Mallmann cocine con fuego en nuestra televisión por cable), ni somos los mininhos que bajan desesperados de los morros de las favelas de Rio (aunque tengamos una generación de pibes de 30 que han tomado la leche con Xuxa). El caso Nelson Castro, en vez de ser visto como otro arrebato dictatorial y autoritario de parte de papá Néstor y mamá Cristina, fue mediatizado, no se le sacó el jugo para nuestro provecho (el de la sociedad digo), se hicieron chistes a granel y se lo desperdició… ya fue. Cierro los ojos y juro que puedo ver a Néstor y a Cristina hablando con Córdoba y riendo a carcajadas mientras el fantasma de Heath Ledger les sirve un licor de arándanos… ríen y brindan por ser copropietarios junto con los Benetton, los Turner y tantos otros que van comprando la Argentina. Creo que este escrito, si no es el último, será el penúltimo, o por ahí anda, de los escritos que recordarán este infeliz y peligroso episodio. Otra vez se quedaron en el detalle, en lo pequeño, en la anécdota. Para el 90% de los argentinos, la noticia no pasó de un título: “Nelson Castro censurado en radio”. La mayoría no sabe de qué Castro hablamos, de qué radio hablamos, de qué dueños de radios hablamos, de qué negociados hablamos… la mayoría no sabe nada. No es la censura del programa de Castro. Y me atrevo a decir que tampoco es importante que don Néstor o doña Cristina hayan levantado un tubo que comunica directo con la empresa Electroquímica pidiendo que lo bajen a “Benenito” con la misma falta de respeto y liviandad con la que lo hacen para pedir que le preparen el Tango 01 para ir a Europa. No, eso tampoco es tan importante. Son anécdotas presidenciales, son Watergate, son pactos de Olivos, son tejes y manejes, son affaires político- mediáticas a las que nosotros, los medios, y los políticos estamos acostumbrados. Los medios y los políticos patinamos sobre hielo, a veces nos caemos y nos raspamos, pero rara vez nos degüella la cuchilla del patín del otro. Me atrevo a decir que esta vez la pelota, el tren, el salvavidas, la oportunidad, o como la quieran llamar, estaba del lado de ustedes: “La sociedad”. Por supuesto que los políticos y la gente de los medios también somos sociedad, pero, para que lo entiendan mejor, la sociedad se divide mayormente en cuatro estratos: políticos, medios, empresarios y civiles. En este episodio los políticos actuaron activamente. Nosotros, los medios, cabeceamos el córner y casi metemos un gol, a los empresarios como casi siempre les importó poco y a ustedes civiles se les escapó la pelota por la red agujereada que nunca terminan de zurcir y no fue gol.

Néstor y Cristina nunca se van a morir de hambre. Nelson tampoco. Yo tampoco. Y ustedes tal vez tampoco. No hablo de crisis ni de catástrofes ni de hambrunas. Tampoco hablo de operetas ni zarzuelas, ni cacerolazos ridículos, ni de neumáticos a los que se les prende fuego, ni de cortarnos las venas… pero tampoco me hubiera gustado hablar de humoradas, chistes y oportunismo para hacer de este episodio gravísimo un sainete barato porque todo concluyó en un callejón sin salida. Todo concluyó en que la sociedad es la más perjudicada porque está permitiendo que la aíslen, que la incomuniquen, que la desinformen, que los traten como bobos, como Dummies (que son esos muñecos muy parecidos a los humanos y que se usan para ver cuánto sufre un humano).

Casi como dormida y entumecida en sus reflejos, casi como en coma, casi ignorante, casi canchera, con la viveza criolla de siempre, la sociedad argentina le pegó de taquito y le erró a un episodio que era un centro servido. Pocas sociedades tienen la habilidad de ver venir la pelota, sabiendo que es la pelota de la definición, afirmarse con una pierna, mirar el objetivo y darle como sea, ya sea de punta, con el empeine o con el tobillo, pero darle con fuerza y meterla.

Por vivos, por chistosos, porque duele ver la realidad y era más fácil hacer chistes y humoradas, dejaron pasar otra pelota. Y lo peor es que ni siquiera están dormidos, están cancheritos pensando que hay resto y changüí, porque la Argentina es grande y los siete climas y bla, bla, bla...

Ya pasó, ya fue, tarde, gol de Néstor y Cristina. Nosotros, los medios, los árbitros, estamos gozando de un baño reconfortante, pues hemos cumplido con nuestro trabajo: informar, avisar, chiflar. El poder cumplió también, silenció otra voz. Mal o bien, poder y medios actuaron… silencio de radio, desunión, enfrentamiento, confusión… los pingüinos 1-los argentinos 0… ¿por qué…? Porque estaban papando moscas en el área.
Fernando Peña, diario Crítica de la Argentina.