06 de Abril
de 2009
"Los argentinos estamos enfermos de
valores"
Mediático y polémico,
el rabino Bergman se ha convertido en
una voz de referencia en la vida política y social del país.
Crítico del Gobierno, dice que no busca ser parte de la
oposición sino forjar un movimiento cívico que despierte a la
ciudadanía de la indiferencia.
![](http://www.lanacion.com.ar/anexos/fotos/62/979662.jpg)
Foto: Mariana Araujo
Es el rabino que se hizo famoso al lado de Juan Carlos
Blumberg, que anunció luego que iba a trabajar con Elisa
Carrió, que festejó con Mauricio Macri su triunfo electoral
porteño en 2007, que reconoce como un referente a monseñor
Jorge Bergoglio y que asegura que no forma parte de la
oposición, aunque asocia a Néstor Kirchner con la locura, con
Nerón, con Juan Manuel de Rosas y con el "anarcoseudoprogresismo
totalitario".
Planteado en estos términos, Sergio Bergman podría ser el
mejor símbolo de los zigzagueos argentinos. Pero él dice que
no es así y tiene una explicación para sus pasos, aunque es
cierto que, vistos desde la lógica tradicional de la política
argentina, se puede caer en esta simplificación casi
pecaminosa del derrotero de este referente religioso y social
que ya se convirtió en un fenómeno.
Fenómeno mediático, por un lado, porque su mensaje, lleno
de juegos de palabras y de conceptos claros sobre, por
ejemplo, el sistema republicano y la inseguridad, es tan
contundente y marketinero que acapara centímetros y segundos
en los medios. Y político, además, porque ha logrado crecer
como ideólogo de un movimiento cívico que busca, más allá de
las ideologías, que los argentinos participen para renovar y
mejorar los partidos y, en definitiva, el sistema democrático.
Claro que ese camino está plagado de buenas intenciones, pero
no es nada aséptico: no oculta ni disimula ninguna de sus
opiniones lapidarias contra la corporación política en general
y, en particular, contra el kirchnerismo. En la entrevista que
mantuvo con Enfoques fue enfático al aclarar que no se
considera opositor ni crítico del Gobierno: "Yo tengo un
pensamiento crítico del sistema", prefirió decir, instantes
antes de quejarse de la decisión de anticipar las elecciones
nacionales: "Esto no es para la gobernabilidad sino para
querer perpetuidad, y usar todos los recursos y aplicar las
técnicas de dominación, que son estratégicas. Tener a la gente
sometida en la miseria y cambiarle por prebendas la conciencia
del voto es una estrategia."
Pero a todos los argentinos, y al peronismo en especial,
tampoco les fue mucho mejor: sin nombrarlos, los consideró
"partícipes necesarios de un golpe cívico-corporativo" en
2001. "Cinco presidentes en una semana es la evidencia de la
manipulación corporativa, porque hasta que no llegaba el que
tenía que ser íbamos a seguir dando vueltas como una
calesita", sostuvo el rabino.
De todas formas, Bergman destacó que "los argentinos
estamos enfermos de valores y la solución es cultural", e hizo
hincapié en que "el problema no son las candidaturas porque
una república no se hace con votos sino con participación".
En este punto fue particularmente duro hacia la
indiferencia y la falta de compromiso de la sociedad: "El
único principio sagrado que defendemos los argentinos es el
bolsillo", señaló, e inmediatamente pidió "no
dividir entre la sociedad civil y los políticos, sino entre
los buenos y los malos". Y allí ofreció una de sus tantas
frases dirigidas a movilizar a la gente:
"En la
Argentina no avanzamos por culpa de todos los buenos que no
hacen nada, no por culpa de los malos".
Insistió en que no será candidato en las próximas
elecciones y en que, en cambio, se considera "candidato a
ciudadano" e impulsor de un "modelo de cogestión" con los
representantes elegidos en las urnas, de forma tal de "no
dejarlos solos del otro lado de la trituradora".
-¿Se considera un opositor?
-No. Me siento constructor, contribuyente de una
dimensión alternativa, que no se opone ni confronta sino que
transita y trasciende los espacios de lo público, donde lo más
urgente es el mediano plazo. Los argentinos estamos enfermos
de valores y la solución es cultural. En la Argentina hay más
buenos que malos. Lo que no supimos resolver aún es por qué
los malos trabajan tan bien y el bien trabaja tan mal.
-Pero usted ha criticado duramente al
kirchnerismo. ¿Qué es lo que menos le gusta de los Kirchner?
-Acá siempre estamos hablando de las figuras, y
no discutimos ideas sino personas. Quiero correrme de ese
lugar.
Por eso: ni opositor ni tampoco un crítico del kirchnerismo.
Yo tengo un pensamiento crítico del sistema. Lo que no tenemos
es sistema, y cuando no lo tenemos perdemos todo. El
kirchnerismo es muy útil para explicar los peligros de no
vivir en un sistema.
-¿No es exagerado haber dicho que Néstor
Kirchner confundía el legado de Perón con las locuras de
Nerón?
-Uno esta hablando del líder y no de los liderados. Yo
interpelo a los ciudadanos que duermen la siesta como
habitantes, a los que plantean que son peronistas y dejan que
el legado de Perón sea manipulado y utilizado para algo que
nada tiene que ver con el peronismo, cuando seguimos
discutiendo lo que ya no tiene sentido discutir. Como seguir
discutiendo a [Juan Manuel de] Rosas, apasionante pero no
vinculante ni relevante a los fines de la Argentina de hoy,
donde hasta hay una repetición del modelo de Rosas: la suma
del poder, un restaurador, una acumulación inaudita que la
historia argentina pagó cara. Cuando digo locuras, mi mensaje
tiene que ver no sólo con la patología, tiene que ver con una
Argentina que enloquece, que confronta, que se crispa. Con un
campo que genera riquezas y que es destruido gratuitamente
antes de que el mundo se caiga. Y reaccionar
temperamentalmente. Ver enemigos donde no los hay.
Desprestigiar a los medios. Que todo interlocutor no sea
válido por definición porque si no piensa como yo o no lo
doblego, tiene que ser destruido... Todo eso tiene que ver con
la locura. Ahora, ¿de dónde viene? Tenemos un referente
emergente, pero, en realidad, es una cultura, una habilitación
por omisión, que es un pecado también de muchísimos argentinos
que confunden lo popular con el populismo...
-¿No es demasiado decir, como lo hace usted,
que no tenemos república?
- No soy destituyente, no estoy hablando de otra cosa que no
sea de la ley de la Constitución. Tenemos una república
enferma, incompleta, no funcional. ¿Me van a decir que tenemos
república? Está bien, la tenemos. Hay un Congreso, que es
Poder Legislativo que no tiene poder, que no puede votar otra
cosa que lo que le mande el Ejecutivo. Eso, de acuerdo con la
Constitución Nacional, es traición a la patria. Es lo que dice
la Constitución: los legisladores que cometen actos de nulidad
absoluta al transferir la suma del poder público y se
subordinan a la hegemonía ejecutiva están traicionando a la
patria. Entonces, ¿qué tenemos hoy? Tenemos, con perdón de los
escribanos, una escribanía deliberante. Ahora es deliberante
porque hablan. Antes ni hablaban. Firmaban. Pero todo lo que
hablan ya sabemos que es lo que el jefe les manda. Porque han
jurado por el jefe, por Dios y por la patria. Por el jefe
antes de entrar a la banca y por Dios y por la patria el día
del juramento.
-Su discurso está muy politizado...
-Es el tiempo de que todos nos metamos en política. Que no
es lo mismo que estar militando partidariamente.
El problema
no son las candidaturas. Porque una república no se hace con
votos, sino con participación. Y a una república no la
resuelve un candidato mejor, sino un sistema pleno y vigente.
Entonces, en los bares y en las calles se dice: "¡Qué
locura!", o "¡Qué locos que estamos!". Porque en un país
bendito como el nuestro la única maldición, que no es bíblica,
somos nosotros. Por supuesto que el ícono mas emblemático y
representativo puede ser Néstor [Kirchner] por una anomalía
institucional. Ni en su peor pesadilla, [Juan Bautista]
Alberdi pudo prever, en el orden constitucional, una sucesión
casi indefinida en una rotación matrimonial. Pero entramos en
esa lógica y durante un año nos bancamos la conversación de si
iba a ser pingüino o pingüina. Hillary, que es
Clinton, jamás quiso como ahora ser argentina porque por sólo
ser esposa hubiera sido presidenta. Y, sin embargo, tuvo que
ir a elecciones internas...
-Hablando de Estados Unidos, ¿se puede repetir
acá un fenómeno de participación popular como el de Obama?
-Lo primero que hay para un Obama es un
sistema. Que genera reglas de juego claras, donde un
prestigioso abogado puede definir que entra a la política
porque hay reglas de juego y puede llegar. Lo que tenemos acá es clientelismo, dominio territorial,
manipulación de los íconos y de los mitos. No nos olvidemos de
que el mismo Perón que se vota es el que los echó de la Plaza.
Y el problema no es haber sido montonero, si no pretender
serlo igual 30 años después.
En Estados Unidos ser
republicano y ser demócrata es tener clara una identidad
política e ideológica. Y eso no lo cambia el líder de turno,
eso es un sistema. Acá, las reglas de juego son hacer un
juego con las reglas. ¿Cómo llegás en política? Apadrinado,
transando, negociando con intereses sectoriales.
No llegás
a ningún lado con elecciones internas, y es lo que hace que
culturalmente la política no sea política, sino una
corporación. En 2001, por ejemplo, fuimos partícipes
necesarios de un golpe cívico-corporativo...
-¿Le echa la culpa al peronismo?
-En la Argentina no se saquean supermercados ni
se pintan paredes si no se pone algo. Golpeando las cacerolas
pensábamos que éramos actores protagónicos, pero fuimos
actores de reparto. Nada se cambia con una cacerola. Y cinco
presidentes en una semana son la evidencia de la manipulación
corporativa, porque hasta que no llegaba el que tenía que ser
íbamos a seguir dando vueltas como una calesita. Mientras, el
único principio sagrado que los argentinos defendemos es el
bolsillo. Sin corralito no nos hubiéramos movido.
Si no hay vocación de
participación, no hay transformación. Mi interpelación no es
de confrontación con los políticos, sino con la juventud que
no se mete ni se compromete.
-¿Qué le parece el adelantamiento de las
elecciones?
-Esto no es para la gobernabilidad sino para la
perpetuidad y para usar todos los recursos y aplicar las
técnicas de dominación, que son estratégicas. Tener a la gente
sometida en la miseria y cambiarles por prebendas la
conciencia del voto es una estrategia.
¿Para qué existe un Frente para la Victoria? Para ganar.
Hagamos un frente para la república, que no es pensar en la
lógica de la oposición sino en la construcción de un sistema
previsible y estable.
En el sitio
www.argentinaciudadana.org. ar , apelo a los jóvenes
porque esta vez se plebiscita la república. Asumimos un
programa que es el monitor cívico. Significa que todo elector
es un auditor. Te anotás en Internet y los 20 minutos que
estás en el local de votación sos un auditor. "¿Cómo voy a
hacer si no soy fiscal?" No hace falta, ¿sos ciudadano? Andá,
fijate: ¿te afanaron la boleta? Denuncialo. ¿Te tomaron la
mesa porque estaba el aparato ahí a las 8? Denuncialo.
-¿Esta vez va a ser candidato?
-No, soy candidato a
ciudadano. Y lo que busco es que cada habitante sea lo mismo,
que en lugar de pensar en el marketing electoral de elegir lo
menos peor, o ver en el nomenclador qué candidato va a elegir,
entienda que no puede votar con b larga el voto con v corta
cada dos años y huir, tiene que involucrarse, participar. Un
modelo de cogestión con tu representante. Esa es la nueva
cultura política. No dividamos entre la sociedad civil y los
políticos, sino entre los buenos y los malos. Entre
nuestros políticos hay gente con buena voluntad, pero a la que
al día siguiente de la elección la dejamos solita del otro
lado de la trituradora. En la Argentina no avanzamos por culpa
de todos los buenos que no hacen nada, que son muy malos. Hay
que llamar a todos los buenos que no hacen nada y decirles:
"No vayas a creer que sos bueno porque no hacés nada. Para la
república sos malo".
-Su participación en varias marchas contra la
inseguridad lo fueron ubicando, sobre todo para quienes lo
critican, como un exponente de derecha...
-Esa es una manipulación. La percepción de la realidad es
la realidad. Lo que manda es la percepción, y los sistemas
totalitarios cancelan la realidad por la construcción de la
percepción. ¿Y cuál es en mi caso? Que ser republicano es ser
de derecha y facho. Se confunde anarquía con orden, orden con
represión, izquierda con derecha. Los derechos humanos, ¿son
de derecha o de izquierda? No, son del orden constitucional.
Si vos planteás orden parece que querés reprimir. Si planteás
institucionalidad o pedís que se respete la propiedad privada,
sos de derecha. Que eso corra por cuenta de los que me lo
quieren asignar.
-¿Por qué pedir por la seguridad parece un
reclamo de la derecha?
-Es una manipulación. Se hizo la marcha del 18 [de marzo]
por el tema de inseguridad, que era una sensación. Ahora se
anuncian más efectivos, celulares, patrulleros, gendarmes. No
es más una sensación. Correr el tema de la seguridad hacia la
derecha es una estrategia. Ahora, ¿de qué izquierda y de qué
progresismo hablamos si los siete años de vacas gordas se los
tragaron? No sólo por lo impúdico de las carteras de 40.000
euros, de los hoteles en El Calafate, de tener casinos y
empresas a nombre de testaferros, de apropiarse de industrias
y de licitaciones, cancelando toda auditoría, sacando a
fiscales como Garrido, teniendo los jueces apretados. ¿Qué
izquierda es ésa?
-¿Le parece que, como dicen algunos ministros
de la Corte, la sensación de inseguridad la causan los medios?
-Lo que me parece improcedente es desconocer la tragedia y
el dolor. Cuando uno habla de inseguridad habla de personas
asesinadas. La opinión de un ministro de la Corte es
importante, pero lo que nos debe preocupar es cómo funciona la
Corte como institución. Somos muchos los que luchamos contra
la pobreza, pero ¿qué tal si la Corte también toma los
recaudos de auditar los fideicomisos multimillonarios para la
obra pública que no audita nadie y acelera un poco más las
causas no sólo de los represores, recordando que lo que
necesitamos para pacificar no es revancha?
Todos los hechos
ilícitos, Skanska, la valija de Antonini, los enriquecimientos
ilícitos, ¿no tienen que ver con la pobreza? La plata que
necesitan los humildes para comprar el pan se la están
robando.
Tengamos una línea más coherente para no salir cada
tanto espasmódicamente a gritar lo que después no podemos
cumplir porque no tenemos sistema.
-¿Cómo fue su proceso de conversión religiosa?
-Soy egresado de Farmacia y Bioquímica y trabajé en la
industria farmacéutica, en control de calidad y desarrollo de
fármacos. Pero éste es un llamado y tiene que ver con mi
vocación educativa. Si usted me pregunta de qué trabajo,
respondo que de educador. Todo lo que estuvimos hablando es,
en el fondo, de cultura y de educación. Lidero una red de
organizaciones sociales y educativas que desde la comunidad
judía se proyectan a la sociedad argentina, y ahora estoy con
Argentina Ciudadana, una organización de red de redes que
plantea esta construcción cívica. Mi llamado siempre tiene que
ver con estar y servir a la gente. Y mi profesión me da una
síntesis entre lo científico y lo humanístico. Parece medio
renacentista, pero cambié de alquimia. Es otra química: la
química del espíritu.
© LA NACION
Mano
a mano
¿Me iré al infierno si confieso que esta entrevista me
agotó? No sólo porque fue una de las más interesantes de las
que hice hasta hoy, lo cual hizo que extremara la atención a
sus palabras, sino también porque fue extenuante esperar a que
mi entrevistado tuviera que respirar para poder intercalar una
pregunta en la hora y veinte de charla. Ante cada pregunta
correspondieron unos 20 minutos de un Bergman auténtico, sin
pausas. Apasionado, lleno de ideas y de slogans, ecuménico en
su concepción política, con su eterna kipá multicolor y un
moderno iPhone. Su discurso suena convincente en el plano de
su batalla cívica para cambiar la política, aunque tan duras
críticas contra los Kirchner pueden entusiasmar a los que
piensen con él, pero también espantar a quienes deberían, a
tono con su vocación, tener una oportunidad de conversión. Lo
que dice sintoniza con lo que una parte de la sociedad espera
que le digan. Hay allí propuestas que superan los corsés
ideológicos y una filosa capacidad de hacer un diagnóstico de
la sociedad argentina. Me da lástima que más de la mitad de la
entrevista no haya entrado aquí por cuestiones de espacio.
Quizá por confesarlo me gane el .
Reproducción textual de la entrevista de
Ricardo Carpena para el diario la Nación
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