22 de Abril
de 2009
ENTREVISTA A FÉLIX LUNA:
Félix Luna y la defensa del
mito
Controvertido, el hombre que
durante años lideró la divulgación histórica en la Argentina,
dice que el revisionismo terminó. Y que Perón era "elemental".
Políticamente Incorrecto: Luna
no se calla nada, tampoco en esta videoentrevista.
![](http://www.revistaenie.clarin.com/2009/04/18/thumb/luna2.jpg)
ANTINOMIAS. Desde el despacho donde funciona su revista
"Todo es Historia", Luna pivotea entre la actualidad
(Alfonsín, las elecciones anticipadas) y el pasado.
Seis meses meses es poco tiempo, pero a veces puede ser una
eternidad. Es un lugar común que se aprende rápido y Félix
Luna, a sus 85 años lo sabe bien. Hace seis meses, en el
mismo sillón, "el Doctor" o Falucho –según corresponda– había
advertido sobre las consecuencias inminentes de la crisis
económica mundial y su impacto en el país. También, sobre otra
verdad de puño un tanto más costumbrista: "El mundo se puede
caer, pero en la Argentina cuando hay un problema la gente
sale corriendo a comprar dólares", se ufanaba. Tres meses
tardó el argentino en lanzarse al espejismo verde que alguna
vez Perón flameó con desprecio desde el balcón de la Rosada.
Tres meses más tarde la psicosis política postergó
¿afortunadamente? el desenlace. "Es una maniobra más (el
adelantamiento de las elecciones) porque evidentemente en
octubre todo iba a estar mucho más deteriorado", dice el
mismo Luna medio año después, aunque mucho más serio, antes
de advertir que no es "profeta ni augur".
Sonría, argentino, seis meses son los que faltan hasta
octubre. Pero en seis meses otros panoramas mejoran según por
donde se los juzgue. Ricardo Alfonsín, por ejemplo convive con
su duelo y con el envión político del lustre de la muerte. Es
con esa "vocación necrofílica" argentina a través de la cual
Luna explica el mito de Perón, y la "emotividad" con la que
ahora describe sus sensaciones en el sepelio del patriarca
radical.
"Lamentablemente esos reconocimientos siempre se dan cuando
los protagonistas desaparecen, pero, bueno (se consuela),
siempre es algo". No habla de él, claro, este ciudadano
ilustre porteño. Se refiere otra vez a Raúl Alfonsín, uno de
los blancos más insultados en tiempos de democracia y
política televisada, dos situaciones de las que fue vital
protagonista por vocación y circunstancia. "El gobierno de
Alfonsín tuvo muchos errores puntuales, pero nos enseñó a
vivir en democracia de nuevo, ¿no es poca cosa, no?",
cuestiona Luna. Se refiere primero al "error grande", que
significó no prestarle su debida importancia al plano
económico; una prueba suficiente para descreer que la
democracia alcance para "comer, educar y curar".
Contrapone luego la madurez social, para que ningún
trasnochado haya reclamado "orden militar" en vez de las
instancias constitucionales que en 2001 resolvieron el vacío
de poder que atravesaba a un país que –recuerda Luna– parecía
desintegrarse. "No es poca cosa, ¿no?", insiste el autor de
Breve historia de los argentinos , título que ayuda a
considerarlo entre los divulgadores más importantes de la
Historia Nacional.
Hechos y
discursos
Luna habla pausado, siempre parco y un poco impaciente, desde
el mismo sillón en su despacho donde funciona, desde hace 42
años "Todo es Historia". Detrás de él, una caricatura hace lo
imposible y hermana a Alberdi y Sarmiento, dos pilares del
antinómico pensamiento argentino. A un metro, Leandro N. Alem
no se dobla ni se rompe en otro afiche, que testimonia el
orgullo radical que "el doctor" todavía profesa.
Habla Luna y sus palabras salen envueltas de una seguridad
casi dogmática, desde "la verdad", desde donde –cuenta–
también ejerce su pasión. "Yo me ubicaría en la historia
predominante. Ahí –en la Academia Nacional de Historia, de la
que soy miembro– está más o menos la verdad. Pueden haber
habido exageraciones en algún momento, pero en líneas
generales ahí está la verdadera historia", señala tajante,
en tiempos en los que máximas absolutas parecen haber cedido
a la inseguridad de la angustia contemporánea.
Ya no sorprende a nadie y mucho menos a Félix Luna que
Alfonsín ayer fuera un canalla y hoy, "el padre de la
democracia". Tampoco que Frondizi fuese derrocado y después
considerado el único estadista de la historia nacional por la
UCR, Macri, Kirchner y también por Luna. El abandonó
precisamente la política, porque conoce las lecturas
históricas circunstanciales, necesariamente sesgadas y, la
mayoría de las veces, oportunistas, que acompañan la lucha
partidaria."Todos los gobiernos hacen una utilización
política de la historia. Lo hizo Perón, por ejemplo, cuando
creó el arquetipo falso del 'estanciero oligarca y haragán',
un estereotipo que caló hondo en el imaginario colectivo, pero
que evidentemente ya era falso en esa época", recuerda Luna.
-Ese
arquetipo del estanciero oligarca, a propósito del conflicto
entre el gobierno y el sector agropecuario, parece más
vigente que nunca.
-El gobierno ha dejado de lado lo de oligarca. Sabe que el
trabajo en el campo es riguroso, riesgoso y necesita de
tecnología. Ya pasó el tiempo en que el estanciero se iba tres
meses a París.
-Por
estos días también se lo compara con el enfrentamiento del
campo con Alfonsín, que provocó la recordada silbatina que le
propinaron en 1988 en la Sociedad Rural.
-(Minimizando) La Rural tuvo contacto con casi todos los
gobiernos. A (Hipólito) Yrigoyen también lo silbaron. Cada
generación de trabajadores rurales piensa que está pasando por
el peor momento y después siguen otros momentos peores. Es
bastante normal esa especie de complejo de que todo anda mal,
pero la principal diferencia entre el 88 y ahora son las
retenciones, que son muy altas.
Luna dice lo que piensa, sin reparar en que sus argumentos
son los mismos que hacen suyos sectores más interesados en la
política que en la historia. "Los juicios que se impulsan
por los delitos de lesa humanidad son parciales, porque no se
establecen los juicios del otro lado, a los guerrilleros (no
todos) que también estaban de alguna manera en el gobierno.
Con lo de Rucci podrían abrirse y ojalá que así sea, porque
sería más equitativo", dispara frío antes de excusarse,
porque no es "experto" sobre esos temas.
Cuando Luna habla no cabe esperar opiniones "políticamente
correctas". En política los discursos suelen ser cambiantes.
Sin embargo, uno, el de la liturgia peronista goza de
excelente salud, a juzgar, claro, por la proliferación de
candidatos oficialistas y acérrimos opositores.
-¿Cómo
explica la vigencia de la figura de Perón en el discurso
político?
-(Hace
un silencio, el más largo de la entrevista que repite ahora y
seis meses antes, como si buscara las palabras adecuadas)
Es muy difícil saberlo. Por un lado, la personalidad misma
de Perón, el movimiento que creó y la adhesión popular que
construyó, colaboran. Era un hombre que trataba de ser
seductor, que ponía diferentes discos según el interlocutor
que tenía. A mí no me sedujo ni me convenció. Me pareció
que se manejaba con lugares comunes.
Perón era un señor
con una ideología muy elemental.
Sin anestesia describe al líder, sin anestesia también sufrió
la rigurosidad del régimen. No se percibe rencor en sus
palabras, el tiempo parece haber aquietado las pasiones del
pasado, de la historia vieja.
Reniega de los mitos Félix Luna. Primero de los de
ayer, como las ideas falsamente institucionalizadas con
las que se crió, esa que dice que Rosas fue un tirano
absoluto; o la época colonial, totalmente estéril. Reniega
también de los mitos de hoy, los que están de moda. Abriga
esperanzas, no obstante, de que la fiebre de best sellers
históricos pase rápido. "El público es mucho más sabio de lo
que se cree y todo lo que sea un exceso va pasando".
-¿Por qué
cree que tiene tanto éxito la vocación de desmitificar la
historia?
-Siempre existió la idea de desmitificar la
historia. Sin embargo, muchas veces los mitos no son tales,
entonces no hay nada que desmitificar. Otros se olvidan del
contexto, pretenden criticar a los personajes con los
criterios de hoy y se olvidan de cómo se pensaba en esa época.
Las consignas y los problemas de una época determinada son
las que van forjando a los personajes. No se puede juzgar a
un inquisidor del siglo XVI con los criterios de hoy, pero
comprendiendo el contexto de la época, el poder de la religión
como herramienta política, uno entiende, no justifica, pero
entiende. Y lo mismo pasa con Roca. No hubo ningún plan
distinto al que Roca propuso respecto de los indígenas. Nadie
propuso mandar maestros, curas, ni dijo "hagamos escuelas". En
ese tiempo se creía que había razas inferiores, que el
progreso tenía un costo y que ese costo había que pagarlo.
-¿Y
cuáles de esas ideas equivocadas persisten en el imaginario
colectivo?
-La de Rosas, la idea de un San Martín mestizo, que ha
tenido sus adeptos. La idea de un Mitre que no fue sino un
personero de intereses británicos. La idea de la llamada
década infame, que no fue infame salvo en el aspecto
electoral, pero en otros fue brillante. Hay una especie de
tono populista que atraviesa toda la escuela argentina y que
a veces se apodera de procesos y de personajes.
Controvertido, igual que un instante antes, pero mucho menos
polémico, suena Luna cuando se explaya sobre el estado actual
de la historiografía nacional. "Hacer historia en Argentina es
cada vez más complicado, algunos archivos son directamente
inaccesibles y la falta de difusión y las tiradas muy pequeñas
son otro problema grave", describe. No obstante, es
optimista frente al cuadro de situación que, según él,
atraviesa a una nueva camada de investigadores. "En este
momento no existen cuestionamientos importantes. La escuela
revisionista está terminada. El revisionismo peronista como el
de José María Rosa desapareció porque cumplió su visión, que
fue imbuir al peronismo de determinadas ideas. El marxista
está atado a la parcialidad de su ideología. Por otra parte,
está el camino mayor de la historia, la verdadera, que avanza
con nuevos testimonios, y ejecutada por una nueva camada de
buenos historiadores".
-Pero no
deja de ser cierto que la historia la escriben los ganadores.
¿O también se trata de un mito?
-La historia la escriben los ganadores, pero también los
vencidos. Si no, fijate todo lo que se ha escrito sobre los
indígenas en tiempos de la conquista, gracias a testimonios
escritos u orales. Hoy se puede hacer y leer completamente una
historia de los perdedores con tanto rigor como se puede hacer
la historia de los vencedores.
Sólo queda tiempo para una última sentencia, tan fría como la
de hace seis meses. "Argentina es un país sólido,
importante, que tiene riquezas naturales, pero está en manos
de un gobierno muy ineficaz, sin visión. Eso tiene que
cambiar. Y creo que las circunstancias mismas harán cambiar
al gobierno o harán cambiar el gobierno", dice Luna,
manso, ante un escenario turbulento de seis meses o menos.
Reproducción textual de la
nota de
Guido Carelli Lynch
publicada en la Revista Ñ; videoentrevista
gentileza de politicargentina.com.
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