27 de Mayo
de 2009
Los argentinos según Gasalla
Su arte, los
políticos, el dengue, la inseguridad y el futuro, en la mirada
de uno de los más agudos observadores de nuestra realidad
![](http://www.lanacion.com.ar/anexos/fotos/92/1001392.jpg)
En la
piel de una mujer de clase media, el actor protagoniza Más
respeto que soy tu madre,
la obra más vista hoy en la calle
Corrientes Foto: Daniel Pessah
Siempre es una fiesta verlo sobre un escenario, solo o
acompañado, caracterizado en alguno de sus personajes, con o
sin disfraz. Cada uno de los arquetipos que describe son
clásicos de la vida argentina: la empleada pública, la maestra
autoritaria, Mamá Cora, Inesita, la millonaria. Desde el
estreno de
Más respeto que soy tu madre , una obra de
Hernán Casciari, es el artista que más espectadores convoca en
los teatros porteños. Allí encarna a Mirta, una mujer de
pueblo que convive con su suegro, un marido desocupado y tres
hijos adolescentes.
Su personaje es un espejo más que cotidiano en el que
reflejarse. Antonio Gasalla es un artista en el verdadero
sentido de la palabra. Aquel que tiene la capacidad de
reflejar una sociedad y sus creencias. El que mejor expresa el
mundo en el que vive.
Tenerlo frente a frente es un poco atemorizante: mantiene una
distancia prudencial con el periodista, provoca respeto y
admiración. No es muy alto, no es muy delgado, tiene siempre
el pelo enrulado, una sonrisa muy austera. Nunca lo vi reírse
a carcajadas. Además de sus textos, son elocuentes sus ojos.
Como no le interesan demasiado los reportajes, en una charla
periodística lo más fuerte siempre es su mirada.
La cita era a las 18.30. Llegó puntual a su camarín. Estaba
preocupado por los grabadores: controlaba que todo funcionara
bien. No probó bocado de todo lo que desplegó su producción
ante nosotros, mientras se preparaba el escenario para la
función de esa noche.
-Uno admira en usted esa capacidad de crear
personajes arquetípicos argentinos. Es una especie de
Alberto Vacarezza
de la actualidad, un
Antonio Berni
pintando a
Juanito Laguna.
-Tengo detrás de mí una larga lista de personajes, porque el
motor del café concert es contar algo que tenga que ver con la
realidad. Para decir algo, mi propuesta es hacerlo a través de
esos personajes. Agoté temas, haciéndolos. Con la empleada
pública hablé de la burocracia -ese pie sobre la cabeza que
tenemos todos-; nació durante el Proceso. Después, con el
personaje de Soledad empecé a hablar de los miedos. Con "la
vieja" los temas son la vejez, la decadencia y también el
desamparo. Cada personaje me sirve para contar algo. La
maestra era un águila, el símbolo de la mala educación, el
horror de hacer competir a los alumnos. Todo lo que hago tiene
que ver con mi formación. Soy egresado del Conservatorio, en
donde te forman para que analices textos. Creo profundamente
en la formación, y en estudiar para ser y hacer algo.
-¿Le gusta más hablar a través de un personaje o
de usted mismo?
-Tuve la suerte de desarrollar las dos vertientes. Mis
espectáculos empiezan conmigo de frac, hablando de la
actualidad. Aunque es un "yo" entre comillas. Uno no es
exactamente tal como es. A mí me gusta actuar. Las dos horas
de función en el teatro me dan el mismo placer, vestido de una
o de otra forma.
-¿Le pasa lo mismo con la televisión?
-No. La televisión es otro tema, porque no se trata de dos
horas. Es todo el día. La televisión no existe hasta el
momento en que vos grabás. Y cuando lo hacés, queda en un
rollo que tampoco existe hasta el día en que se pone en el
aire. La televisión es una serie de acuerdos tácitos. El
teatro es más concreto.
-Cuando ya terminaba su carrera como bailarín,
Julio Bocca me dijo: "Tengo la cabeza llena de coreografías.
Estoy harto". ¿Usted tiene la cabeza llena de personajes?
-Yo tengo un montón de ficciones dentro de mi cabeza.
-El
día en que vine al teatro a ver su obra estaba
Mauricio Macri
en
la platea. Usted, al finalizar la obra, le dijo unas palabras
muy amables. Casi cariñosas. Como un alegato político.
-Le dije que ojalá pueda hacer lo que se propone, ya que
tiene muchas trabas para hacer su gestión.
-¿Cuál es su reflexión respecto de esas trabas?
-Siempre pienso en las películas de misterio. Y me pregunto:
¿a quién beneficia la inseguridad?, ¿a quién beneficia que no
hablemos del dengue hasta que la gente se caiga al suelo por
la enfermedad? Luego saco conclusiones. Creo que si
Tato Bores
viviera no estaría en la televisión.
-¿Qué le pareció todo lo que movilizó a la gente la muerte de
Alfonsín?
-Me pareció justificado. Su muerte le dio la oportunidad a la
gente de decir: "Estamos en la calle por él y no estaríamos
por otro". Fue un pueblo entero que salió para mostrar lo que
piensa.
-¿De Menem rescataría algo?
-Me parece que Menem vendió el patrimonio de la Argentina. Y
lo hizo con una sonrisa. El que más se divirtió fue él, y dejó
un país partido en dos.
-¿Cómo ve el escenario político actual?
-En este país muchas veces se vota porque se ama a
determinado candidato. O para no votar "al otro". Recordemos:
¿cómo llegaron a gobernar?
-¿Haría el personaje de Cristina Fernández, si
pudiera?
-No, no soy un imitador de personajes.
-Existe un arquetipo de la mujer argentina con
poder, un poquito directora de escuela, un poquito
"mandona"...
-Sí, un poquito Eva. También algo pasa en la Argentina, donde
cada presidente que viene -salvo Menem, que se reía junto con
nosotros- llega para gritar algo. Yo soy grande y escucho. No
necesito que me griten. Todos gritan. Los militares no sólo
gritaban, sino que te mataban. Tanto Néstor como Cristina
gritan. Quizá tienen miedo. Tienen que luchar contra muchas
cosas que uno no sabe. Yo qué sé.
-Bachelet no grita, Tabaré no grita, Lula no
grita.
-Yo no creo que haga falta gritar para comunicarse con la
gente. Creo que estar tan arriba les da mucho miedo. Ser
político debe de ser uno de los trabajos más complicados que
hay en el mundo. Pero el error es creer que ejercer la función
de presidente implica ejercer poder sobre los demás.
-El grito sería un signo de debilidad y no de
fortaleza...
-Sí. Fijate que cada uno que asume pide superpoderes, algo
que nunca voy a entender. Si hay una Constitución que es
maravillosa, para qué pedir más superpoderes. Ojalá algún día
ese griterío venga acompañado del bienestar público.
-¿Cuáles son los gestos de violencia que más lo
mortifican?
-La negación del dengue durante quince días.
-Y que la ministra de Salud no renuncie.
-No sólo la ministra no renuncia, sino que mientras dicen que
no es una epidemia, que es un brote epidemiológico, ¡fumigan
la Quinta de Olivos! Eso es un buen libreto para que lo filme
Michael Moore,
el documentalista norteamericano. En Tartagal,
se sabe que no hay que deforestar. No es la primera vez que
pasa. Y siguen, siguen, porque los árboles están vendidos.
Nunca hacen ningún gesto que signifique darle algo a la gente,
nunca.
-¿Hay algún político argentino que le interese
mucho?
-La verdad que no. Es que la política nunca me fascinó y
nunca apareció alguien que me "agarrara". Hay una cosa medio
mesiánica que tenemos los argentinos. Cada presidente que
viene es un país nuevo. Tiene cuatro años, pero sabe que se va
a quedar ocho porque apenas llega ya lo está transando. Cada
vez veo más transa.
-No cree en las ideologías.
-No, acá nunca hubo ideologías. Hubo partidos. Acá siempre se
empieza de cero. Cada vez creo menos en lo que dicen. Hace
muchos años, yo decía que el país había que dárselo a
Héctor
Ricardo García, el dueño de Crónica; a Franco Macri y a Amalita Fortabat.
A los tres juntos, como administradores. Por
cinco años, pero con condiciones: asegurar una cantidad
determinada de reservas, y que ellos ganaran un porcentaje. Yo
estoy seguro de que de esa forma seríamos otro país. Mucho
mejor.
-¿De Narváez no es un poco eso?
-No va a poder gobernar. Ni él, ni Macri ni Solá tienen
estructura.
-¿Qué le parece Carrió?
-Me parece muy inteligente. Muy preparada. Pero no tiene
partido.
-Es como una gran actriz que no puede llegar a
armar la compañía.
-Además, no arma la compañía
porque los libretos que tiene no son demasiado atractivos para
que la gente la siga. Tiene que decir cosas más concretas.
Igual, en este país pasa algo raro con el recuento de votos.
-¿Es cierto que cuando personificaba a Inesita,
que era Inés Pertiné, lo llamaron para que no lo hiciera más?
-Yo hacía en mi programa de Canal 9 un personaje que era
mudo. Cuando empiezo a aparecer en el programa de
Susana Giménez (De la Rúa estaba en el poder) me piden que haga a
Inesita, mientras Miguel Angel Rodríguez hacía de Antonito.
Según tengo entendido, llamaban todas las noches a la
producción de Susana pidiendo "saquen eso". Lo dejamos de
hacer.
-Hebe de Bonafini
es un personaje que usted haría
muy bien.
-Sí, podría ser. Si uno piensa en Macacha Güemes... bueno,
hay un montón de mujeres muy potentes en la historia
argentina. Las Madres de Plaza de Mayo fueron un fenómeno
mundial. Le tengo bastante cariño a Hebe. Ahora es una mujer
grande, y se sabe que la edad tiene sus vueltas. Pero las
Madres tuvieron el coraje más fuerte que se pueda recordar en
la historia de un país. Entiendo que está agresiva, pero es
cierto que es la primera vez que hay un gobierno que las
respalda, que las ayuda. Esta reivindicación de parte de un
gobierno la hace sentir con más derechos para opinar. Además,
si todos opinan, ella también puede opinar.
-Yo tenía un psicoanalista que decía que había
que diferenciar entre estar enojado y estar resentido. El
resentido es como un auto empantanado que cuanto más acelera
más se hunde. ¿Es un poco la metáfora de este país?
-Sí, creo todo el país está empantanado. Salida hay, pero hay
que ponerla en práctica. Y vuelvo a preguntarte lo de las
películas de misterio: ¿A quién le conviene esta inseguridad?
¿A quién le interesa que no se haya hablado del dengue?
La pregunta deja un final abierto. Gasalla se prepara para la
próxima función.
Nota relacionada:
Más
respeto que soy tu madre
-Usted pasó de ser un actor de culto, el del café
concert, a convertirse en un artista masivo. ¿Fue una
estrategia?
-En los años 70 pasé de un sótano a un teatro más chico y de
allí, a la calle Corrientes, encabezando un cartel. Cuando
llega la democracia empiezo a hacer televisión, donde seguí
durante catorce años. La estampida popular se produjo con la
televisión. Ahora, llenar un teatro de 700 personas es
importante. El teatro hace menos ruido que la televisión, pero
establece una relación más profunda con el público.
-¿Extraña la televisión?
-No. Por suerte no soy un tipo que extrañe o viva las cosas
como pérdidas. Al contrario. Felizmente, no he tenido que
mendigar trabajo ni esperar que suene el teléfono. Siempre
hice cosas muy fuertes y distintas, con mucha plenitud; que
necesitaban la aprobación del público, y la tuvieron.
-¿Por qué la gente se identifica tanto con esta
obra?
-Es muy argentina, con lenguaje y temática muy nuestros.
Habla de la familia, la convivencia, de los que piden afecto y
de los que lo dan.
-¿Haría un texto de un autor clásico, como
Beckett?
-¡Me encantaría! O hacer una obra de
Shakespeare,
un Ricardo III...
-¿Qué tal un compañero como
Alfredo Alcón?
-También eso me encantaría. Sería un aprendizaje para mí.
Alcón es uno de los actores más entrañables y más
maravillosos, con un conocimiento de la profesión que nadie
más tiene. Entrevistas por
Any Ventura,
revista@lanacion.com.ar,
para el diario La Nación.
|