40º ANIVERSARIO DEL ESTALLIDO
POPULAR QUE UNIÓ A obreros y
ESTUDIANTES CONTRA LA DICTADURA

02 de Junio de 2009

El Cordobazo, la revuelta que conmocionó al país

La pueblada de obreros y estudiantes fue un grito liberador que expresó una comunión de intereses que hoy parece idílica. 


Aliados.
 Los estudiantes también fueron parte del levantamiento de la ciudad mediterránea. 

El Cordobazo es la expresión militante, del más alto nivel cuantitativo y cualitativo, de la toma de conciencia de un pueblo, en relación a que se encuentra oprimido y a que quiere liberarse para construir una vida mejor, porque sabe que puede vivirla y se lo impiden quienes especulan y se benefician con su postergación y su frustración de todos los días”. La definición de uno de los episodios más importantes de la historia contemporánea corresponde a uno de sus protagonistas centrales, Agustín Tosco. Hoy se cumplen cuarenta años de la revuelta popular que conmocionó al país y desembocó en la caída del dictador Juan Carlos Onganía. Desde entonces y hasta ahora la Argentina no volvió a presenciar una comunión entre trabajadores, estudiantes y clase media detrás de un objetivo liberador, como la que se produjo en esas jornadas violentas en la ciudad mediterránea.

El mundo ofrecía entonces inspiraciones diferentes: el Mayo francés de un año antes, los movimientos tercermundistas de liberación, los triunfos de la guerra de guerrillas planteada por la resistencia vietnamita y los ecos de la Revolución cubana formaban parte de las conversaciones habituales en los claustros universitarios y en las asambleas de trabajadores. En Buenos Aires, en cambio, el régimen de Onganía se encerraba cada vez más en su miope visión de un país industrializado a expensas del sacrificio de sus habitantes, para beneficio ni siquiera de los empresarios locales, sino de los extranjeros que compraban las empresas.

Algunos números de la economía doméstica parecían darle la razón al régimen: en 1969 la inflación había sido controlada en un rango del 8% y el PBI crecería casi 7%, pero Onganía erró al pensar que eso le daría vía libre para el ajuste definitivo que planeaba. No prestó atención al
líder metalúrgico Augusto Vandor ni a los sindicatos participacionistas, que ofrecían su ayuda a cambio de unas pocas prebendas. Ni siquiera puso de su lado a un sector históricamente aliado a los militares, como el campo, que en esa época alegaba estar asfixiado por... las retenciones.

El excesivo corte centralizador de la Revolución Argentina desnudó una cadena de crisis en las provincias. Primero fue Tucumán, con el levantamiento en los ingenios azucareros; luego Corrientes, donde una manifestación terminó con una feroz represión y la muerte de un estudiante. Y el 16 de mayo le tocó el turno a Rosario, donde el accionar policial también se cobró la vida de un estudiante.

Los ecos de aquella agitación llegaron de inmediato a Córdoba, por entonces la capital industrial del país.
El gobernador de facto Carlos Caballero parecía dispuesto a profundizar en la provincia el ajuste nacional ordenado por Onganía, que incluía congelamientos salariales, prohibición de huelgas y persecución de dirigentes rebeldes. La supresión del sábado inglés (el descanso de media jornada ese día) fue apenas la chispa que sirvió a los dirigentes clasistas de Córdoba para organizar la lucha.

El lucifuercista Tosco, Atilio López (Unión Tranviarios Automotor) y Elpidio Torres (mecánicos de SMATA) acordaron realizar el 29 de mayo un paro activo por 36 horas, que las dos CGT (de los Argentinos, liderada por Raimundo Ongaro, y la rama de Azopardo, participacionista) debieron avalar.

Desde las 11 de ese día comenzó el abandono de tareas en las fábricas y los obreros se unieron en un acto a la altura de Rioja y General Paz. La represión comenzó allí y se extendió al resto de las columnas de trabajadores (las mayoritarias eran las de mecánicos) que se movilizaban en la ciudad. En un choque con las fuerzas de seguridad fue asesinado
el trabajador Máximo Mena.

La muerte del obrero se extendió en minutos a toda la ciudad y encendió la indignación de la población, incluso de quienes no se habían movilizado. Para entonces, los estudiantes sumaban un elemento clave en las manifestaciones. A las 15 la ciudad ardía. Las barricadas se multiplicaban por las calles, así como los autos y los frentes de empresas extranjeras incendiados. Desde sus casas, los vecinos arrojaban piedras contra los efectivos, que buscaron refugio y se acuartelaron.

La sensación de euforia les duró poco a los manifestantes. El III Cuerpo del Ejército comunicó la competencia de los consejos de guerra, y en cuestión de minutos se anunció la intervención del Ejército. Onganía había dado la orden a las Fuerzas Armadas de reprimir lo que interpretaba como un alzamiento inspirado en el comunismo internacional. Oficialmente se informó que el accionar militar provocó la muerte de 14 personas, aunque luego se habló de 34 fallecidos por la represión. Los detenidos se contaron por centenares, entre ellos Tosco, López y Torres. El lucifuercista comenzó entonces un derrotero de encarcelamientos y clandestinidad que terminó con su muerte, en 1975, por una septicemia que no pudo curar por su condición de prófugo.

El Cordobazo le costó la presidencia a Onganía, que fue depuesto en junio de 1970 por la junta militar encabezada por Alejandro Lanusse. La “revolución” que prometió organizar en tres tiempos, el “económico”, el “social” y el “político”, terminó con el fracaso estrepitoso de su primera etapa.

Cuatro décadas después, subsisten en la actualidad muchos de los padecimientos de la clase obrera que hicieron eclosión en la revuelta cordobesa. La diferencia central, sin embargo, estriba en la conciencia (o falta de ella) que tiene de sí misma esa clase y en la falta de articulación con los sectores medios y estudiantiles. La dirigencia sindical hizo mucho en este tiempo por romper esos lazos.

Lo explica
el abogado laboralista Lucio Garzón Maceda, protagonista del Cordobazo en su condición de asesor legal de los sindicatos.
“La clase trabajadora de hoy está distante de la de aquellos tiempos. Hay en algunos sindicatos un exceso de institucionalización, sin proyecto de cambio. Algunos parecieran querer ser sólo sindicatos de ‘pan y manteca’”.

DOS PROGRAMAS ESPECIALES EN LA TELE. Esta noche, Canal Encuentro y The History Channel emitirán programas en conmemoración del Cordobazo. La señal dependiente del Ministerio de Educación pondrá al aire capítulos especiales de sus ciclos Historia de un país, Argentina siglo XX (a las 21) y Crónicas de archivo (a las 21.30). Por su parte, History Channel estrena a las 22.30 el documental El Cordobazo, una minuciosa descripción de lo sucedido el 29 de mayo de 1969, realizada por la productora argentina Garabato Animaciones.

De impecable factura técnica, el programa rastrea los antecedentes del Cordobazo. Partiendo de la reforma universitaria de 1918, el documental traza –combinando material de archivo con una precisa narración en off– una exacta línea narrativa conformada por los acontecimientos sucedidos en Córdoba a lo largo de la segunda mitad del siglo XX que desembocaron en la revuelta. Periodistas, historiadores, sociólogos y participantes directos del Cordobazo prestan testimonios que sirven para esclarecer del acontecimiento.
Mariano Martín, en su nota del diario Crítica de la Argentina.

 

Notas relacionadas:


Sin profanación

Córdoba a veces se anticipa y otras va a contramano del resto. Pero con la rebelión popular del Cordobazo ganó patente de rebeldía.

Que los cordobeses se cocinen en su propia salsa”, dicen que justificó Perón la intervención a la provincia de Córdoba, gobernada por Obregón Cano. Corría el año 1974 y el líder miraba con desconfianza hacia la dupla poco alineada de los cordobeses, el gobernador y su vice, Atilio López, quien había sido secretario general de la combativa CGT en Córdoba y pagó con su vida cuando fue secuestrado el 16 de septiembre de ese año por no subordinarse al verticalismo palaciego.

Y los cordobeses nos cocinamos en la más pestilente de las salsas, la que se condimentó con la delación, las persecuciones, el miedo, el dolor y las muertes en un anticipo de lo que después se generalizó en el país.

Así es Córdoba: a veces se anticipa y otras va a contramano del resto. Pero con aquella rebelión popular que encontró a los “operarios y estudiantes” unidos en la calle, con la clase media que aplaudía desde las ventanas, ganó patente de rebeldía. 

La historia deberá responder los enigmas: ¿aquella rebelión popular fue el germen de la violencia política? ¿Lanusse postergó la represión para voltear a Onganía? Cualesquiera sean las respuestas, para evitar nuevas profanaciones, que nadie se arrogue el patrimonio de aquella rebelión de un pueblo harto del autoritarismo, la gran lección que nos dejó el Cordobazo. Norma Morandini, para Criticadigital.com