14
de Agosto de 2009
Lo que
supuestamente ocurrió en la madrugada del 3 de junio pasado
debía ser un secreto, pero no lo fue. En ese momento, Andrea
Rincón estaba en el local nocturno Cocodrilo. También, según
cuenta la chica de 24 años a LA NACION, el ex presidente
estadounidense, Bill Clinton, que había viajado al país para
promocionar su fundación. "Clinton quiere que le hagas un
baile", dice que le susurró su jefe, Omar Suárez. Ella no le
creyó hasta que lo vio. Con un vestuario prestado se subió al
escenario y repitió los pasos de su rutina de baile erótico.
De reojo, mientras se sacaba la ropa, Rincón veía que el
ambiente iba llenándose del humo de los habanos que fumaba la
comitiva del ex mandatario. Cuando terminó de hacer sus
acrobacias sensuales, recuerda haber saludado con un beso a
Clinton y a los entre 10 y 12 hombres "grandotes" y de traje
-como los describe- que lo acompañaban. De esa madrugada,
Rincón no sólo se llevó mil dólares en el bolsillo ?de acuerdo
con su relato?, sino también, como comenta, una propuesta que
involucraba 50.000 dólares ("Omar me contó que el chabón dijo
si quería 50.000 dólares", señala) y que ella dice haber
rechazado.
Nada de
eso debió salir a la luz. Pero por algún lado se filtró y la
noticia recorrió el mundo. Así, Rincón recuperaba la tan
ansiada "pantalla" tras su participación en Gran Hermano
(2007). Así, con su propio escándalo ?que, luego, fue
desmentido por el vocero del ex mandatario? tenía la llave
para reingresar en la televisión.
Sólo eso
necesitan los que, como Rincón, pertenecen a las huestes de
los mediáticos. Un ejército de seres que practican la
filosofía del "ni". "No somos actores, cantantes, modelos, ni
galanes", se define a LA NACION Jacobo Winograd, uno de los
monarcas de esta fauna televisiva. En los últimos meses, sus
conceptos a los gritos y su voluntad permanente para armar
alborotos regresaron a la televisión de la mano de la señal
Crónica TV. Ahora, con un contrato para ser notero en Un mundo
perfecto, que conduce Roberto Pettinato, vuelve a vivir una
suerte de clímax "profesional" como en 1996, cuando el caso
Coppola lo posicionó como uno de los referentes de los
mediáticos.
Los
regresos a la pantalla de Winograd, de los hermanos Guido y
Silvia Süller, de Mich, el amante ficticio de Ricky Martín, y
de Ricardo García, el esperpéntico imitador de Sandro, se
justifican desde el medio como una respuesta a los deseos de
ese dios y verdugo televisivo llamado rating. "Somos
emergentes de una sociedad enferma -trata de explicar Winograd-.
No le pongo un revólver en la cabeza a la gente para que me
vea. Si quiere puede cambiar de canal." Sin embargo, si uno
quisiera librarse de estos personajes sería casi imposible en
la TV abierta. Como moscas a la comida, la televisión los
regurgita y los hace recorrer estudios durante todo el día. Y
cuando no están en vivo y en directo, los resucitan ciclos
basados en archivos, como TVR, Zapping, RSM y Bendita. "No hay
un día que no esté en televisión", cuenta a este diario Guido
Süller.
En
palabras de Gastón Portal, el cerebro detrás de Un mundo
perfecto, la TV se transformó en un caos. "Desde que apareció
la medición minuto a minuto, se busca el rating y nada más. Se
hacen programas como se hacen salchichas. Hoy, el único que le
puede dar sentido a lo que ve es el espectador y está pasando
algo muy interesante", argumenta.
Para él,
la incorporación de los mediáticos en el ciclo es un recurso
para un programa que fue pensado para la medianoche, pero
terminó en el prime time de América, y compitió con un tanque
como ShowMatch. Los 3,1 puntos de rating de promedio que
cosechó en julio pedían a gritos un cambió de dirección
Profesionales
Winograd
está sentado en un sillón, en su camarín de la productora GP
Media, en Villa Urquiza. Fuma mientras habla por teléfono con
un productor para negociar una participación en un programa.
Las cosas salen mal: no logra que le paguen los mil pesos que
pide para pisar el estudio. "Gané mucha plata en televisión",
comenta. Y Süller, a su lado, cuenta que, gracias a su
incursión en los medios, pudo comprarse una casa en un
country. "Yo cobro las notas porque ellos [los productores y
los conductores de TV] ganan más que uno", confiesa.
[N.d.R.:
ninguno de los entrevistados cobró dinero por aparecer en este
artículo].
Si el
rating hace que estos personajes ingresen y permanezcan en la
TV, la posibilidad de "facturar" es lo que los induce a
prestarse al juego. Ser mediático puede convertirse en una
suerte de profesión, porque, más allá de la tele, hay una
industria que se beneficia de su existencia.
Fernando
Maldonado es el relacionista público de la disco Sunset, que
funciona como una usina de noticias para los ciclos de
chimentos. "Mi trabajo se reduce a lo que sucede en la TV. Si
Nazarena Vélez se agarra de los pelos con otra, en un programa
de la tarde, voy a tratar de que una de las dos venga a la
noche porque sé que la van a estar buscando los medios",
revela a LA NACION. El efecto es multiplicador: el nombre del
boliche se publicita en cada uno de los envíos que tratan la
"noticia".
Rincón
puede llegar a cobrar por estar dos horas en una disco entre
1500 y 3000 pesos. Pero ella no tiene un perfil tan alto como
otros mediáticos. Por ejemplo, cuando una corte de chicas
semiconocidas y afectas a los escándalos desembarcó en los
segmentos de ShowMatch, "Bailando por un sueño" y
"Patinando?", sus cachets por una performance o por sólo hacer
presencia en una disco se fueron a las nubes. "Estaban
cobrando dos lucas y media por un show y en la primera semana
de «Patinando?» subieron a cinco. Si hacían dos presentaciones
por fin de semana sacaban 40 lucas al mes", calcula Rincón.
Maldonado, por su parte, proyecta que un mediático con una
exposición frecuente en TV puede llegar a cobrar un promedio
de entre 8000 y 9000 pesos, sólo los viernes y los sábados.
Por eso,
para los mediáticos es vital estar en la pantalla. En la
lógica, "mientras más tiempo, más ingresos", la tentación por
generar un escándalo está siempre presente. "Nunca tuve la
necesidad de inventar uno -explica Süller-. En la tele, saben
todo de tu vida, porque somos personajes que generamos rating.
Y cuando te descubren algo, como el supuesto hijo que me
apareció, si no te prestás al juego, te tergiversan todo."
Maldonado
es un experto en el arte de hacer circular escándalos. De
hecho, fue el cerebro detrás de la noticia que relataba que la
especialista en el baile del caño, Gabriela Figueroa, habría
participado en una de las fiestas del premier italiano, Silvio
Berlusconi. "Ella me lo contó en la intimidad. Lo primero que
hice fue llamar a un noticiero porque si se levantaba ahí,
podía ser nota en todos lados", dice, y se enorgullece de que
la información no sólo se difundiera en el nivel nacional,
sino que llegara hasta un diario de Italia.
Los
engranajes de la maquinaria del escándalo están bien
aceitados. Sólo es cuestión de saber cómo moverlos. "Soy Wanda
Nara. Quiero ser famosa, pero no sé hacer nada", se presentó a
Maldonado antes de ser conocida la ahora ¿vedette? "Entonces,
vas a llegar", la esperanzó él. No se equivocó. A los pocos
meses, las cámaras se la disputaban para que contara el
supuesto romance con Diego Maradona. Esa controversia, para su
carrera o algo así, valió la pena. Igual que para la de Rincón
cuando se develó lo que presuntamente sucedió en la madrugada
del 3 de junio pasado.
8500 es lo
que puede llegar a cobrar, en promedio, un "mediático" con una
exposición frecuente en la televisión por ir a un boliche,
Reproducción textual de la columna de
Carlos Sanzol , de la Redacción de LA NACION
|