08 de Octubre de 2007
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Héctor Timerman, el
hijo del mítico Jacobo, era un periodista normal hasta que
Kirchner lo nombró cónsul en Nueva York (sobre los cambios de
hábitos, Conrad Lorenz, el padre de la etología, decía que “la
función hace al órgano”). Antes de ocupar esa función escribió
varios años en la revista Noticias, llegando a reemplazar a
James Neilson en su clásica doble página tres veces, cuando el
célebre inglés se tomó sus únicas vacaciones en décadas.
En una de sus tantas columnas en Noticias, Timerman acusó de
lacayo al secretario de Menem, Ramón Hernández, lo que le
generó a Noticias, y también a Timerman, un juicio por
injurias que recién acaba de finalizar. El juicio no fue una
sorpresa, Editorial Perfil acumuló un récord mundial: soportó
más de 30 juicios de Menem, su familia y sus funcionarios. Lo
que sorprende es que Timerman, tras la conferencia de Cristina
Kirchner en la Universidad de Nueva York el lunes pasado (ver
página 8) haya acusado justamente a esta editorial de haber
recibido dinero de Menem.
No pocas veces los pensamientos son hijos de los deseos, y qué
bien le vendría a este gobierno que Editorial Perfil hubiera
recibido dinero de Menem, pero fue todo lo contrario: sólo en
tres de los treinta juicios (por sus hijos Carlos Nair y
Zulemita, y su nieta Antonella Carla, la hija de Carlos Jr.)
esta editorial tuvo que pagarle a Menem medio millón de
dólares.
La acusación del cónsul Timerman no perseguía un móvil de
revisionismo histórico, sino otro muy coyuntural: PERFIL
critica a Kirchner porque “no le da plata” (sic) como sí hizo
Menem. Que un funcionario que se maneja con la lógica
degradada de la política no pueda entender que también existe
el periodismo profesional, que no precisa ninguna motivación
económica o enojo para ser crítico, es triste pero repetido.
Pero alguien que fue periodista como Timerman antes de ser
cónsul y que conoce quién es quién en los medios no lo
entienda, hace reflexionar sobre el proceso de transformación
mental que produce la necesidad de saciar ciertos apetitos sin
sentir culpa.
Paenza Vs. Timerman.
El episodio del
lunes pasado en la Universidad de Nueva York fue apenas el
comienzo, y una señal, de una semana de conflictos entre el
cónsul y la prensa. Antes de pasar al segundo capítulo, quiero
aclarar que como se desprende del texto de la columna, de la
página 8, el autor de la misma es uno de mis hijos, que
casualmente es estudiante en la universidad donde disertó
Cristina Kirchner, y para completar “las generales de la ley”,
cabe aclarar que también es conocido por Héctor Timerman, ya
que las dos hijas del cónsul compartieron primaria y
secundaria con mis dos hijos varones.
Paso ahora al segundo capítulo. Al día siguiente de la
Universidad de Nueva York, el Consulado había organizado una
reunión entre Cristina Kirchner y un grupo de científicos
argentinos radicados en Estados Unidos. A ningún periodista se
le permitió ingresar al Consulado, excepto a la periodista de
la agencia oficial Telam y a la empresa contratada por el
Gobierno para transmitir los viajes de la Primera Dama y su
marido. La empresa estaría vinculada al vocero presidencial
Miguel Núñez (ver página 7) y se llama nada menos que “La
Corte”: ¿no podrían esforzarse un poquito más?
Uno de los científicos y a la vez promotores del encuentro fue
el también periodista Adrián Paenza, quien al día siguiente,
al enterarse por Nelson Castro de que se había impedido el
ingreso a los periodistas, dijo en varios medios: “Quien
planificó dejar a los periodistas afuera es un bobo, pero es
un bobo que debería pagar con su cargo. La decisión (de quien
fuere) de no dejar ingresar a los periodistas que se quedaron
en la puerta del Consulado no tolera un calificativo más
suave. La estupidez pudo más. ¿Qué creían que habría de pasar
adentro de ese recinto, que tenía que ser privado?”
Al día siguiente, Víctor Hugo Morales entrevistó al cónsul
Timerman quien declaró: “Yo soy ese idiota del que habla
Paenza. Lo ordené porque no quería que algunos de los
científicos se sintieran incómodos”.
Pero mientras hacía esas declaraciones por radio, otro
episodio venía a confirmar que no se trata de hechos aislados:
durante el almuerzo del Consejo de las Américas en el hotel
Waldorf Astoria, Cristina Kirchner contestó sólo las
siguientes cuatro preguntas: ¿Cuáles son los factores de
presión económica para el futuro? ¿Cuáles son las dificultades
y tensiones del crecimiento? ¿Cuál será el rol de las mujeres
empresarias en el Gobierno? Y ¿cuál es el nexo entre educación
e inversión y microfinanzas?
Esto generó quejas de los analistas de Wall Street por “la
filtración deliberada de las preguntas más incómodas” como
inflación, Indec o crisis energética. “Fue una falta de
respeto”, dijo Daniel Kerner, analista para el Cono Sur de
Eurasia Group, la principal firma de análisis de riesgo
político en el mundo (la del informe que fue el título
principal de tapa de la edición de PERFIL del domingo pasado:
“Argentina está entre los países de mayor riesgo político del
mundo para invertir”).
Durante el viaje a Nueva York, ante cada evento de la
candidata, los organizadores repetían la misma muletilla:
“Prensa gráfica, no”. “Sólo camarógrafos y fotógrafos”
(recordar aquella frase de Kirchner que decía que eran sus
periodistas preferidos porque no hacían preguntas). Y “Sólo
prensa oficial”.
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Ayer Adrián Paenza me dijo: “No creo que Timerman tenga esa
capacidad de decisión, creo que asume la responsabilidad por
otros”. El citado artículo que escribió Timerman en Noticias
estaba titulado “El valor del mucamo”. En él decía que
“alcanzó la cima profesional” (el secretario de Menem) siendo
amanuense”. Para la Real Academia, amanuense es quien “escribe
lo que se le dicta”.
Epílogo.
Antes de ayer,
ADEPA dio a conocer su informe anual sobre la libertad de
prensa. Dijo: “Los poderes públicos insisten en desconocer la
función institucional de la prensa” y tienen “dificultades
para comprender que la información pública es un derecho de la
ciudadanía”. Diario Perfil
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