La vida en silla de ruedas y muletas
 


13 de Junio de 2006


  
En enero me fracturé la pierna izquierda y tuve que desplazarme dos meses en silla de ruedas y actualmente me muevo con muletas. Durante este período estoy experimentando las dificultades diarias que enfrentan los discapacitados motores. Por un lado, departamentos o casas en los que una silla de ruedas no pasa por las puertas. Por otro, veredas rotas, y edificios, casas, bares, restaurantes, negocios, baños a los que se puede ingresar solo a través de escalones. En esos casos, estando en la silla, no podía desempeñarme por mí misma y siempre tenía que acudir a la ayuda de alguien, o directamente decir: “A ese lugar no puedo ir”.
 
Hace poco, cuando ya caminaba con muletas, tomé coraje y decidí acercarme a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, para hacer un trámite relacionado con la maestría que curso. Debía ir a la tesorería, que se encuentra en el tercer piso, pero jamás pude llegar hasta allí porque, a pesar de que ya había comenzado el cuatrimestre, de los cuatro ascensores que tiene el edificio solo funcionaba uno que subía hasta el segundo piso -cuando el edificio se compone de cinco-. Entonces, los discapacitados motores -permanentes o transitorios- que queremos estudiar ¿estamos condenados a no poder cursar?
Estos son algunos de los hechos absurdos y dolorosos que me han sucedido durante este tiempo y que lamentablemente soportan muchas personas durante toda su vida. Situaciones que no advertimos quizás hasta que nos ocurren a nosotros mismos, pero que se podrían revertir con la toma de conciencia, un poco de esfuerzo y buena voluntad.
 
Carolina Tosi
malencalfu@yahoo.com.ar