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En enero me fracturé la pierna izquierda y tuve que desplazarme dos meses
en silla de rueda s y actualmente me muevo con muletas. Durante este período
estoy experimentando las dificultades diarias que enfrentan los discapacitados
motores. Por un lado, departamentos o casas en los que una silla de ruedas no
pasa por las puertas. Por otro, veredas rotas, y edificios, casas, bares,
restaurantes, negocios, baños a los que se puede ingresar solo a través de
escalones. En esos casos, estando en la silla, no podía desempeñarme por mí
misma y siempre tenía que acudir a la ayuda de alguien, o directamente decir:
“A ese lugar no puedo ir”.
Hace poco, cuando ya caminaba con muletas, tomé coraje y decidí acercarme a la
Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, para hacer un trámite relacionado con
la maestría que curso. Debía ir a la tesorería, que se encuentra en el tercer
piso, pero jamás pude llegar hasta allí porque, a pesar de que ya había
comenzado el cuatrimestre, de los cuatro ascensores que tiene el edificio solo
funcionaba uno que subía hasta el segundo piso -cuando el edificio se compone
de cinco-. Entonces, los discapacitados motores -permanentes o transitorios-
que queremos estudiar ¿estamos condenados a no poder cursar?
Estos son algunos de los hechos absurdos y dolorosos que me han sucedido
durante este tiempo y que lamentablemente soportan muchas personas durante toda
su vida. Situaciones que no advertimos quizás hasta que nos ocurren a nosotros
mismos, pero que se podrían revertir con la toma de conciencia, un poco de
esfuerzo y buena voluntad.
Carolina Tosi
malencalfu@yahoo.com.ar
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